El Ciervo y la Contaminación en Sierra Espuña
En lo profundo de la Sierra Espuña, un hermoso lugar lleno de árboles verdes y ríos cristalinos, vivía un ciervo llamado Bruno. Bruno era un ciervo curioso y aventurero. Cada día exploraba su hogar, disfrutando de la frescura del viento y el canto de los pájaros.
Un día, mientras paseaba por el bosque, Bruno notó algo extraño. "¿Qué es ese olor desagradable?", se preguntó. Miró a su alrededor y vio que el agua del río ya no era clara; había muchas cosas flotando en ella. Entristecido, se acercó a su amigo, Carlos, un ciervo de grandes cuernos.
"Carlos, ¿has visto cómo está el río? Está lleno de basura. ¡No puedo beber esa agua!" - dijo Bruno con preocupación.
"Sí, Bruno, lo he notado. A veces los humanos dejan desperdicios y esto contamina nuestro hogar." - respondió Carlos mientras movía su cola inquieto.
Bruno decidió que debía hablar con los otros ciervos y encontrar una solución. Reunió a todos en el claro del bosque.
"Queridos amigos, debemos actuar. La contaminación está perjudicando nuestro hogar. Necesitamos ayudar al río y a los árboles para que puedan estar sanos de nuevo" - dijo Bruno, levantando su voz.
Un ciervo un poco más viejo, llamado Roberto, frunció el ceño.
"¿Y qué podemos hacer? Somos solo ciervos, no podemos mover la basura ni convencer a los humanos."
"Podemos unirnos y hacer algo. Si todos trabajamos juntos, veremos cambios. Yo creo que hay que hacer que los humanos entiendan que deben cuidar nuestro hogar" - respondió Bruno.
Los ciervos comenzaron a pensar y a discutir cómo podrían hacerlo. Entre ellos, Ana, una cierva pequeña y lista, dio una idea brillante.
"¡Podríamos hacer carteles con dibujos! Si los ponemos cerca del camino, tal vez los humanos los vean y se den cuenta de lo que está pasando" - sugirió.
Los demás ciervos se emocionaron. Todos juntos comenzaron a hacer carteles utilizando hojas grandes y ramas. Dibujaron imágenes del río sucio, de ciervos tristes y de árboles enfermos.
Cuando terminaron, Bruno lideró el camino hacia el sendero que los humanos usaban. Colocaron los carteles uno por uno a lo largo del camino.
"¡Esto va a funcionar!" - exclamó Bruno, llenándose de esperanza.
Días pasaron y los ciervos vigilaban sus carteles con expectativa. Un día, un grupo de humanos paseó por el sendero y notó los dibujos. Se detuvieron y uno de ellos dijo:
"¡Mirá eso! Debemos hacer algo al respecto. No podemos dejar que esta contaminación continúe."
Los humanos empezaron a recoger la basura que habían dejado. Los ciervos se miraron entre sí y sintieron una gran alegría.
"¡Lo logramos, amigos! Los humanos están ayudando a nuestro hogar" - gritó Bruno.
Gracias a su valentía y esfuerzo, los ciervos vieron cómo el río comenzaba a limpiarse y los árboles volvían a estar saludables. Los ciervos de Sierra Espuña aprendieron que, aunque eran sólo ciervos, podían generar un cambio y cuidar juntos de su hogar.
"Juntos somos más fuertes. Siempre debemos cuidar nuestro lugar y recordar que todos debemos hacer nuestra parte" - concluyó Bruno, mientras veía el agua cristalina fluir.
Y así, Bruno y sus amigos continuaron viviendo felices en la Sierra Espuña, siempre atentos y cuidando su hermoso bosque. La contaminación se redujo gracias a su esfuerzo, demostrando que hasta los más pequeños pueden hacer grandes cosas cuando trabajan en equipo.
FIN.