El circo de la amistad



Había una vez, en un hermoso pueblo rodeado de un frondoso bosque, un grupo de niños llamados Tomás, Martina y Sofía. Eran grandes amigos y les encantaba explorar juntos cada rincón del lugar.

Un soleado día de verano, decidieron aventurarse aún más allá de lo que conocían. Se adentraron en el bosque riendo y jugando, pero de repente escucharon una risa muy peculiar. Era una risa aguda y alegre que parecía venir desde lo profundo del bosque.

Los niños se miraron confundidos y curiosos. "¿Escuchaste eso?" preguntó Tomás con asombro. "¡Sí! Parece la risa de un payaso", respondió Martina emocionada.

Sin pensarlo dos veces, los tres amigos siguieron el sonido hasta llegar a un claro donde encontraron algo inesperado: ¡un pequeño circo abandonado! Allí estaba él, el payaso Risitas, sentado tristemente en una vieja silla rota. Tenía su maquillaje desvanecido y su ropa llena de parches.

Parecía haber estado esperando a alguien durante mucho tiempo. - Hola Risitas -dijo Sofía acercándose con cautela-, ¿por qué estás tan triste? Risitas levantó la cabeza sorprendido al ver a los niños frente a él.

Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras les contaba su historia. - Hace muchos años solía ser el payaso más famoso del mundo entero -explicó Risitas-. Pero poco a poco las personas dejaron de ir al circo y me quedé sin trabajo.

Me sentí solo y abandonado, hasta que decidí venir aquí a esperar un nuevo comienzo. Los niños se miraron comprensivos y Martina dijo con una sonrisa: "No te preocupes, Risitas. Nosotros te ayudaremos a recuperar la alegría".

Decidieron formar su propio circo en el bosque y le enseñaron a Risitas nuevas habilidades como malabares, acrobacias y equilibrio. Los tres amigos también aprendieron trucos de magia y realizaron espectáculos para los animales del bosque.

Poco a poco, las noticias sobre el maravilloso circo en el bosque comenzaron a correr por todo el pueblo. Las familias comenzaron a visitarlo y disfrutaban de los increíbles shows que los niños ofrecían. Risitas volvió a ser feliz gracias al amor y apoyo de sus nuevos amigos.

Ya no se sentía solo ni abandonado, sino rodeado de risas y diversión. Un día, mientras ensayaban para un gran espectáculo benéfico en el pueblo, llegó un hombre misterioso llamado Don Cirilo.

Era dueño de un famoso circo itinerante que había oído hablar del talento de los niños. - ¡Son increíbles! -exclamó Don Cirilo asombrado-. ¿Les gustaría unirse a mi circo? Los niños se miraron emocionados pero luego recordaron lo importante que era Risitas para ellos.

Tomás tomó la palabra: "Gracias por la oferta, Don Cirilo, pero nosotros somos una familia ahora. No podemos dejar atrás a nuestro amigo". Don Cirilo sonrió comprendiendo lo valiosos que eran esos lazos de amistad.

"Tienen razón, los amigos son lo más importante en la vida", dijo mientras se retiraba. El circo en el bosque siguió creciendo y atrayendo a más personas cada día.

Risitas recuperó su alegría y se convirtió en un mentor para muchos otros niños que soñaban con ser payasos. Y así, los tres amigos aprendieron una valiosa lección: la verdadera amistad es capaz de superar cualquier obstáculo y siempre está dispuesta a ayudar y apoyar al otro.

Juntos descubrieron que no importa cuán difíciles sean las circunstancias, siempre hay una oportunidad para encontrar la felicidad si tienes a tus amigos cerca.

Y así, Tomás, Martina, Sofía y Risitas vivieron muchas aventuras más en su mágico circo del bosque, dejando risas y alegría por donde pasaban.

FIN.

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