El circo de la amistad


Había una vez en un pequeño pueblo llamado Risas, una payasita muy divertida llamada Pompita y su hija, la pequeña Burbujita.

Ellas vivían en una colorida carpa de circo donde cada día alegraban a grandes y chicos con sus increíbles actuaciones. Una mañana soleada, Pompita se despertó con una gran idea en mente. Quería enseñarle a su hija el valor de la amistad y la importancia de ayudar a los demás.

Así que, sin decirle nada a Burbujita, comenzó a planear una sorpresa muy especial. "¡Burbujita, hoy vamos a hacer algo diferente! Vamos a visitar al Señor Tito, el anciano del pueblo que vive solo.

Le llevaremos unas deliciosas galletitas que preparé esta mañana", anunció Pompita emocionada. Burbujita se iluminó de alegría al escuchar la propuesta de su mamá y juntas se pusieron en marcha hacia la casa del Señor Tito.

Al llegar, tocaron la puerta y fueron recibidas por un hombre mayor con una sonrisa tímida en el rostro. "¡Hola Señor Tito! Somos Pompita y Burbujita, venimos a traerle estas galletitas caseras como regalo de amistad", dijo Pompita extendiendo el paquete hacia él.

El Señor Tito no podía creer la amabilidad de las dos payasitas y les dio las gracias con lágrimas en los ojos. Pasaron horas charlando, riendo y compartiendo anécdotas mientras disfrutaban las galletitas recién horneadas.

Al despedirse, el Señor Tito les regaló un viejo libro de cuentos que había guardado desde su infancia como muestra de gratitud por haberle brindado compañía aquel día. Las payasitas regresaron a su carpa felices y satisfechas por haber hecho feliz a alguien más.

Los días pasaron y Pompita notaba cómo Burbujita seguía recordando aquella visita al Señor Tito con cariño. La lección sobre la importancia de ser amable y solidario había calado hondo en el corazón de la pequeña payasita.

Una noche estrellada, mientras madre e hija miraban las estrellas desde afuera de su carpa, Burbujita tomó la mano de Pompita y le dijo: "Mamá, cuando sea grande quiero ser como vos: una payasita amorosa que hace reír a todos pero también ayuda a quienes lo necesitan".

Pompita sintió un profundo orgullo al escuchar las palabras de su hija y supo que había cumplido su objetivo al enseñarle valores tan importantes como la amistad y la empatía.

Desde ese día, Pompita y Burbujtia continuaron alegrando los corazones del pueblo de Risas con sus actuaciones circenses pero también dedicaban tiempo para visitar al Señor Tito y otras personas mayores que necesitaban compañía.

Así demostraron que siempre hay espacio para compartir amor y risas con quienes nos rodean, haciendo del mundo un lugar mejor para vivir. Y juntas seguirían siendo las payasitas más queridas del pueblo, inspirando a otros con sus acciones bondadosas.

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