El Cisma del Bosque Olvidado
En un vasto erial donde el viento susurraba secretos ignotos, vivía un pequeño pueblo rodeado de un bosque atípico. Este lugar, aunque hermoso, estaba en peligro debido a un cisma entre dos grupos de animales: los Asiduos, que querían cuidar el bosque, y los Atavidos, que deseaban construir en el baldío que había cerca.
Un día, un joven zorro llamado Auriga, que aún era bisoño en cuestiones de la vida, decidió hacer algo al respecto. Con su corazón férreo y una curiosidad asidua, se propuso mediar entre ambos grupos. "No puede ser que nos dividamos así. Este bosque nos necesita a todos", dijo Auriga, mientras se acercaba a la reunión de animales.
Los Asiduos, liderados por una sabia tortuga llamada Tula, eran muy cautos. "Es un lugar donde debemos vivir en armonía. Cuidemos de lo que tenemos y no lo destruyamos por ambición", dijo Tula con su voz serena.
Por otro lado, los Atavidos, guiados por un ciervo un poco fatuo llamado Dindo, estaban convencidos de que construir un gran parque de diversiones en el baldío sería una idea genial. "Si no lo hacemos nosotros, otros lo harán, y será un lugar increíble para divertirnos", argumentó Dindo con desdén.
Auriga, aunque aún no sabía cómo resolver el problema, no se dio por vencido. Un día, mientras caminaba por el bosque, un sentimiento profundo lo invadió, como una epifanía. Decidió organizar una competencia en la que todos pudieran mostrar lo que el bosque significaba para ellos. Así, se propuso realizar una serie de cabriolas, juegos y habilidades que demostrarían la belleza y la riqueza del lugar.
"Vamos a realizar una gran muestra en el centro del bosque, donde cada uno de ustedes podrá mostrar algo que demuestre por qué deberíamos cuidarlo”, anunció Auriga con entusiasmo.
La idea sonó inane para algunos, pero poco a poco fueron aceptando participar. La tortuga Tula preparó una demostración de su conocimiento sobre las plantas, mientras que Dindo y los Atavidos hicieron una exhibición de piruetas. Todos querían mostrar sus talentos.
Llegado el día del espectáculo, el bosque se llenó de risas y alegría. Se realizaron saltos, bailes y hazañas sorprendentes. Auriga fue el que más brilló, haciendo piruetas y saltos espectaculares. La diversión, en su forma más pura, unió a los presentes.
Una vez terminado el evento, Tula, con lágrimas en los ojos, exclamó: "Hoy hemos visto que el bosque es un lugar donde podemos ser libres y felices, sin importar nuestras diferencias. Por favor, no lo destruyamos.”
Dindo, que observó cómo todos estaban disfrutando, sintió un cambio en su corazón. "Quizás podríamos hacer un parque aquí mismo, pero uno donde no haya que talar árboles, donde se respete el bosque y podamos disfrutar de todo lo que nos ofrece”, sugirió tímidamente.
El ambiente cambió, y todos comenzaron a hablar sobre cómo podrían trabajar juntos. Auriga, un pequeño héroe en su propio erial, había logrado unir a los animales.
Con el tiempo, los Asiduos y los Atavidos formaron un solo grupo, cuidando del bosque y celebrando su diversidad. Se murmuraba entre ellos que Auriga tenía un don especial y que, lejos de ser un caviloso, había endilgado en ellos un nuevo espíritu de unidad.
Y así, el erial que una vez estuvo destinado a ser un campo de batalla se convirtió en un espacio de alegría y paz. Al final, el colofón del cuento no fue solo la celebración, sino un compromiso conjunto de proteger lo que tenían. Y desde ese día, el bosque siguió floreciendo, mientras que Auriga, con su espíritu alegre y su ingenio, convirtió a sus amigos en los mejores cuidadores que un bosque podría tener.
El canto de los pájaros se escuchaba más fuerte y las flores crecían más bellas, recordándoles a todos la importancia de cuidar su hogar. Fin.
FIN.