El Club de Juegos Unidos
Había una vez, en un pequeño pueblo llamado Villa Alegre, dos mejores amigos llamados Lola y Felipe. Desde que eran muy pequeños, les encantaba jugar juntos y explorar el mundo que los rodeaba.
Sin embargo, en su pueblo no había muchos juguetes o juegos que fueran adecuados para ambos. Un día, mientras paseaban por el parque, Lola y Felipe se dieron cuenta de algo extraño.
Todos los juegos estaban separados por género: las niñas jugaban con muñecas y casitas de té, mientras que los niños jugaban al fútbol y a las carreras de autos. - ¡Esto es injusto! -exclamó Lola con frustración-.
¿Por qué no podemos jugar lo que queramos sin importar si somos niñas o niños? Felipe asintió con tristeza. Ambos sabían que la diversión no debería tener género.
Decididos a cambiar esta situación injusta, Lola y Felipe se reunieron con sus amigos del vecindario para hablar sobre la necesidad de crear nuevos juegos inclusivos para todos. Juntos formaron "El Club Unido de Juegos", donde cada uno tenía una voz igualitaria. Después de mucha planificación e imaginación colectiva, el club decidió organizar un gran evento: "La Gran Competencia".
Sería una competencia justa donde nadie sería excluido por su género. Los días previos al evento fueron emocionantes.
Los niños construyeron pistas de carreras sin importar si eran rosadas o azules; las niñas diseñaron robots y crearon inventos sorprendentes sin preocuparse por lo —"femenino" o —"masculino" . Finalmente, llegó el día de la competencia. El parque estaba lleno de risas y alegría mientras los niños y niñas se preparaban para demostrar sus habilidades en diferentes pruebas.
- ¡Bienvenidos a La Gran Competencia! -anunció Lola con entusiasmo-. Hoy demostraremos que todos podemos jugar juntos sin importar nuestro género. Los juegos comenzaron, y las risas llenaron el aire.
Las carreras fueron emocionantes, los robots sorprendieron a todos y los inventos dejaron a todos boquiabiertos. Al final del día, se hizo evidente que no había ganadores ni perdedores en esta competencia. Todos habían aprendido algo nuevo y habían disfrutado cada momento juntos. - ¡Lo logramos! -exclamó Felipe con una sonrisa-.
Demostramos que no hay género para los juegos, solo diversión y amistad. Desde ese día, Villa Alegre cambió por completo. Los niños y niñas podían jugar libremente sin sentirse limitados por estereotipos de género.
Se crearon nuevos juegos inclusivos donde la creatividad y la diversión eran lo más importante. Lola y Felipe se convirtieron en héroes del pueblo, inspirando a otros niños a luchar por la igualdad en todas las áreas de sus vidas.
Juntos, lograron cambiar su pequeño mundo para mejor. Y así es como Lola y Felipe enseñaron al mundo que no hay género para los juegos; solo hay espacio para la amistad, la igualdad y mucha diversión.
FIN.