El Club de la Naturaleza
de un hermoso pueblo llamado Villa Esperanza. En esta escuela, los niños y niñas aprendían no solo matemáticas y ciencias, sino también importantes valores como la amistad, el respeto y la solidaridad.
Un día soleado de primavera, llegó a la escuela una nueva estudiante llamada Martina. Era tímida y tenía dificultades para hacer amigos. Los demás niños parecían ocupados en sus propios juegos y no le prestaban atención. Martina se sentía triste y sola.
Pero un día, durante el recreo, algo maravilloso sucedió. Mientras caminaba por el patio de la escuela, Martina encontró una pequeña mariquita que parecía estar perdida. La recogió cuidadosamente en sus manos y decidió llamarla Lola.
A partir de ese momento, Martina y Lola se volvieron inseparables. Juntas exploraban cada rincón del patio de la escuela e incluso se aventuraban más allá del alambrado que rodeaba el colegio.
Descubrieron flores coloridas, árboles frondosos e incluso un pequeño arroyo donde jugaban a saltar piedras. Martina se sentía feliz con su nueva amiga pero aún anhelaba tener compañeros humanos con quienes compartir sus alegrías y tristezas.
Un día decidió contarle a Lola sobre su deseo de hacer amigos en la escuela. —"Lola" , dijo Martina con voz entrecortada por la emoción, "me encantaría tener amigos como tú aquí en la escuela". Lola movió sus antenitas como si estuviera pensando seriamente en cómo ayudar a su amiga.
Y de repente, tuvo una brillante idea. "Martina, ¿has pensado en organizar un club de la naturaleza? Sería una forma maravillosa de conocer a otros niños y niñas que también amen el mundo natural", sugirió Lola emocionada.
Martina se iluminó con la idea y decidió ponerla en práctica al día siguiente. Reunió a todos sus compañeros en el patio de la escuela y les propuso formar un club para explorar juntos la belleza de la naturaleza que los rodeaba.
Para su sorpresa, muchos niños y niñas mostraron interés en unirse al club.
Pronto, Martina se encontró rodeada de nuevos amigos: Lucía, quien sabía mucho sobre flores; Juanito, experto en aves; Marcos, amante de los insectos; y muchas otras personas curiosas por aprender sobre el mundo natural. Juntos realizaron excursiones al bosque cercano, donde aprendieron sobre plantas medicinales, construyeron refugios para animales y limpiaron los senderos para preservar el entorno.
Cada uno compartía sus conocimientos e ideas mientras disfrutaban del aire puro y el contacto directo con la naturaleza. La noticia del Club de la Naturaleza se extendió rápidamente por todo el pueblo.
Padres y madres comenzaron a interesarse por las actividades del grupo e incluso algunos vecinos donaron materiales para mejorar las instalaciones escolares. Con el tiempo, Martina dejó de ser una niña tímida y solitaria para convertirse en una líder inspiradora.
Su amor por la naturaleza contagió a toda Villa Esperanza y cada vez más personas se unieron al club. La pequeña escuela de la Villa Esperanza se convirtió en un referente de educación ambiental y solidaridad.
Martina, Lola y todos los niños del Club de la Naturaleza demostraron que cuando nos unimos por una causa noble, podemos hacer grandes cosas y transformar nuestro entorno para mejor. Y así, entre risas, aprendizajes y aventuras, Martina encontró su lugar en el mundo y descubrió que nunca estamos solos cuando tenemos sueños y amistades verdaderas. Fin.
FIN.