El Club de la Solidaridad
Había una vez un niño llamado Mateo que siempre había sido muy tímido y le costaba hacer amigos en la escuela. Siempre se sentía solo y triste, hasta que un día algo cambió.
Un lunes por la mañana, Mateo llegó a la escuela y se encontró con un grupo de chicos jugando en el patio. Se acercaron a él y lo invitaron a jugar al fútbol. Al principio, Mateo estaba nervioso, pero decidió unirse al juego.
- ¡Hola! Soy Juan, ¿cómo te llamas? - preguntó uno de los chicos. - Hola, yo soy Mateo - respondió tímidamente. Desde ese día, Mateo se hizo amigo de Juan y su grupo.
Juntos pasaban horas jugando en el recreo y compartiendo meriendas en el almuerzo. Mateo se sentía feliz de tener amigos con quienes compartir sus días en la escuela.
Un viernes, mientras estaban jugando al escondite, uno de los chicos propuso organizar una colecta para ayudar a comprar materiales para arreglar el patio de la escuela. Todos estuvieron de acuerdo y comenzaron a planificar cómo recaudar dinero. - Podríamos vender galletitas caseras - sugirió Ana.
- ¡Sí! Y también podríamos pedir donaciones a nuestros familiares - agregó Martín. Mateo estaba emocionado con la idea y propuso hacer una feria solidaria en la escuela para recaudar fondos. Todos aceptaron entusiasmados y se pusieron manos a la obra.
Durante las siguientes semanas, Mateo y sus amigos trabajaron juntos para organizar la feria solidaria. Prepararon juegos, vendieron comida casera y pidieron colaboraciones a comercios locales. La noticia se extendió por toda la escuela y todos esperaban con ansias el día del evento.
Finalmente, llegó el gran día de la feria solidaria. El patio estaba decorado con guirnaldas coloridas y mesas llenas de cosas deliciosas para comer. Los padres y alumnos recorrían los puestos disfrutando de las actividades organizadas por Mateo y sus amigos.
Al final del día, lograron recaudar suficiente dinero para arreglar el patio de la escuela. El director les dio las gracias públicamente por su iniciativa solidaria y todos los chicos recibieron aplausos por parte de sus compañeros.
Esa tarde, cuando Mateo regresaba a casa junto a sus amigos, no podía dejar de sonreír.
Se sentía feliz y orgulloso no solo por haber hecho nuevos amigos en la escuela sino también por haber logrado algo importante juntos: ayudar a mejorar su entorno escolar.
Desde ese día en adelante, Mateo supo que tener amigos era mucho más que jugar juntos o compartir meriendas; era saber que siempre podían contar unos con otros para apoyarse e impulsarse a ser mejores personas cada día.
FIN.