El Club de Lectura de 3º B



Era un día soleado en la escuela primaria del barrio, y la clase de 3º B estaba lista para su actividad favorita: la hora de lectura. El maestro, el Sr. Gómez, acababa de leer un cuento de aventuras que había hecho volar la imaginación de todos.

"¡Me encantaría hablar más sobre este cuento!" - exclamó Sofía, con los ojos brillando de emoción.

"Sí, podemos inventar nuestras propias historias!" - dijo Pedro, moviendo su mano en el aire.

"O... ¿y si formamos un club de lectura?" - sugirió Martina con voz dulce.

Todos se miraron entusiasmados. A raíz de la propuesta, las sillas se apretujaron mientras los niños se sentaban en círculos de manera más cercana.

"¿Qué necesitamos para que esto funcione?" - preguntó Tomás, que siempre tenía ideas prácticas.

"Podríamos elegir un libro cada semana y luego discutirlo juntos", propuso Sofía.

"¡Con galletitas!" - añadió Juan, su mirada pícara haciendo reír a todos.

Los niños comenzaron a organizarse. Decidieron que cada semana se elegirían unos libros diferentes para leer, y luego tendrían un día especial para compartir lo aprendido y lo que cada uno había sentido al leer.

A medida que pasaron los días, el entusiasmo crecía, pero los niños enfrentaron un pequeño obstáculo: muchos de ellos no tenían libros en casa o no sabían qué leer. En la siguiente reunión del club, Martina planteó el problema.

"Me gustaría leer más, pero no sé qué libros elegir" - confesó. Los demás asintieron, preocupados, y Sofía tuvo una idea brillante.

"¡Podemos hacer una lista de recomendaciones y hasta pedir libros prestados a la biblioteca!" - sugirió.

Así que, un miércoles, luego de clase, todos decidieron visitar la biblioteca de la escuela. Al llegar, la bibliotecaria, la Sra. Ana, los recibió con una gran sonrisa.

"¡Hola chicos! ¿Qué los trae por aquí?" - preguntó.

"Queremos formar un club de lectura y necesitamos libros que leer" - respondió Tomás, con un brillo en los ojos.

"Eso suena fantástico. ¿Qué género les gustaría?" - inquirió ella.

El grupo empezó a discutir sus preferencias, y así eligieron una variedad de libros: aventuras, fantasía, misterio y hasta algunos de humor. La Sra. Ana los ayudó a encontrar títulos interesantes, y todos volvieron a clase felices con sus libros en mano.

"¡Mirá lo que yo tengo!" - dijo Juan emocionado, mostrando su libro de aventuras.

"Y yo tengo uno de magia" - añadió Sofía.

Los días pasaron rápidamente, y cada semana se reunían para comentar sus lecturas. Pero un día, cuando llegaron al club, se dieron cuenta de que había un problema. La semana anterior, Pedro había mencionado un libro que todos querían leer, pero no habían podido conseguirlo en la biblioteca.

"No puedo creer que no haya forma de leer ese libro..." - se lamentó Sofía.

"¿Y si hacemos algo más?" - propuso Tomás, con una chispa en sus ojos.

"¿Qué tal si hacemos una convivencia?" - sugirió Martina.

"¡Sí! Todos podemos traer nuestros libros y hacer una gran lectura en el parque!" - añadió Juan, exultante.

Así que un fin de semana, el club de lectura se reunió en el parque. Colocaron mantas en el césped, llevaron bocadillos y se acomodaron para leer. Fue un momento mágico.

Mientras leían, compartían pasajes divertidos, se reían, y al final, aunque no todos habían traído el mismo libro, se intercambiaron historias. Todos se dieron cuenta de que, aunque no estaban leyendo el mismo libro, estaban aprendiendo juntos y disfrutando de la lectura de maneras distintas.

Al final del día, los chicos sintieron la conexión entre ellos más fuerte que nunca.

"¡Este fue el mejor día!" - exclamó Sofía al cerrar su libro.

"Sí, fue increíble. ¡Deberíamos hacerlo más seguido!" - agregó Pedro.

Así fue como, en un parque del barrio, el club de lectura de 3º B no solo se mantuvo activo, sino que también se convirtió en un hermoso lugar de amistad, colaboración y amor por los libros. Y así, cada página leída los llevó a nuevas aventuras, no solo en las historias, sino en la vida misma.

FIN.

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