El Club de los Cuentos Perdidos



Era un soleado día en el pequeño pueblo de Librópolis, donde todos los habitantes amaban contar historias. Entre ellos, había un grupo de tres amigos llamados Lila, Tomás y Javi. A ellos les encantaba jugar en el parque, pero un día, decidieron que querían hacer algo diferente.

- ¡Hoy vamos a fundar un club! - anunció Lila emocionada.

- ¿Un club? ¿De qué? - preguntó Javi, curioso.

- ¡De lectura! - dijo Tomás. - Podemos leer historias y contarle a los demás lo que aprendemos.

Lila sonrió y agregó: - Y así, cada semana, descubriremos un cuento nuevo. Pero necesitamos un nombre. ¿Qué tal "El Club de los Cuentos Perdidos"?

Los amigos acordaron que su club se llamaría así y corrieron hacia la Biblioteca Municipal, que era un lugar mágico lleno de libros de aventuras, misterios y fantasía. Al llegar, se encontraron con la bibliotecaria, la señora Ana.

- Hola, chicos. ¿Qué los trae por aquí? - les preguntó con una sonrisa.

- ¡Vamos a fundar un club de lectura! - dijo Lila con entusiasmo.

- ¡Qué idea maravillosa! - exclamó la señora Ana. - La lectura es una puerta abierta a mil mundos. Pero cuiden los libros, porque a veces se sienten olvidados si no los leen.

Los niños, intrigados, se pusieron a buscar libros que aún no habían sido leídos por otros. Encontraron uno titulado "El viaje de la Tortuga Tímida".

- ¡Empecemos con este! - sugirió Tomás.

Los tres se sentaron en un rincón de la biblioteca, cada uno con su ejemplar del libro. Comenzaron a leer, y poco a poco, la tortuga Cobita fue cobrando vida en sus mentes. Veían cómo Cobita, aunque tímida, tenía sueños grandes y deseaba conocer el océano. Sin embargo, su miedo la mantenía lejos de la playa.

- ¡Me encanta esta tortuga! - dijo Javi. - Es como nosotros, a veces tenemos miedo de probar cosas nuevas.

- Sí, pero Cobita debe aprender a ser valiente - apuntó Lila. - ¡Vamos a ayudarla a que descubra su mundo!

Así, comenzaron a hacer un plan. Le contarían a Cobita sobre las maravillas del océano. La señora Ana, escuchando sus conversaciones, se acercó.

- ¿Por qué no escriben una carta a Cobita? - sugirió. - Pueden contarle lo que ustedes aprendieron sobre el mar.

- ¡Buena idea! - gritaron los chicos. Así que, con hojas y lápices, comenzaron a escribir una carta llena de consejos y palabras de ánimo.

Después de terminar su carta, decidieron que cada semana leerían un nuevo libro y también escribirían cartas a los protagonistas, dándoles consejos y ayudándoles a ser valientes como Cobita. Con cada libro nuevo, también descubrían un poco más sobre ellos mismos.

Un día, mientras estaban en el club, Lila encontró un libro sobre un dragón llamado Místico que guardaba un bosque lleno de secretos.

- ¿Y si hacemos algo diferente? - preguntó. - En vez de cartas, podemos hacer un cuento en conjunto, viviendo la historia como Místico.

- ¡Eso suena genial! - exclamó Javi. - ¡Seamos los protagonistas juntos!

Se dividieron los papeles: Lila sería Místico, Tomás el valiente guerrero que lo ayudaría y Javi, el guardabosques que conocía todos los secretos del bosque. Aquella actividad fue un verdadero viaje, y se sintieron como verdaderos héroes.

Pasaron los días, y cada vez más niños se unieron al club. La biblioteca se llenó de risas y aprendizajes. Todos querían ser parte de las aventuras, leer libros interesantes y crear cuentos juntos. La señora Ana, orgullosa, les dijo:

- ¿Ven cómo la lectura une a las personas y hace volar la imaginación? Cada libro es un cuento perdido que espera ser encontrado.

Finalmente, decidieron hacer un evento para compartir sus historias. Invitaron a toda Librópolis, llenando el parque con narraciones, risas y aplausos.

Esa tarde, cada niño compartió su historia favorita y las cartas que habían escrito. Todos se sintieron parte de algo mágico. Lila, Tomás y Javi, sonriendo, pensaron:

- ¡No hay mejor aventura que leer un libro juntos y compartirlo con otros!

A partir de ese momento, en Librópolis, el Club de los Cuentos Perdidos se convirtió en un lugar donde las historias no solo se leían; se vivían. Y así, comprendieron que cada libro es un tesoro que siempre aporta algo nuevo.

Y así, entre risas y aventuras, los tres amigos encontraron su camino hacia un mundo de libros, donde cada página era una puerta abierta a la magia de la lectura.

FIN.

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