El Club de los Derechos



En un pequeño barrio de Buenos Aires, un grupo de niños decidió formar un club. Se llamaría 'El Club de los Derechos'. La idea surgió en una tarde de primavera, cuando Agustín, un niño curioso, llegó emocionado al parque que solían visitar.

"¡Chicos! ¡Chicos! Hoy en la escuela nos enseñaron sobre nuestros derechos como niños!" - exclamó Agustín.

"¿Derechos?" - preguntó Sofía, su amiga más cercana, con una mezcla de sorpresa y curiosidad.

"Sí, derechos para vivir bien, para estudiar y jugar. Hay un montón de cosas que podemos pedirles a los adultos para que nos traten mejor" - dijo Agustín, con una sonrisa radiante.

Klaus, otro amigo del grupo, se acercó intrigado.

"Pero, ¿no tenemos que hacer lo que dicen los adultos?" - cuestionó.

Sofía respondió, deseosa de aprender más.

"¡No! Los derechos son para que podamos ser escuchados y que nos respeten. ¡Debemos ponerlos en práctica!"

Decididos a informarse, decidieron que la primera actividad del club sería una búsqueda del tesoro en el parque. Cada pista les llevaría a aprender sobre un derecho.

Llegaron al primer lugar, una gran araucaria. Sofía explicó:

"Este árbol nos da sombra. El derecho a jugar y estar al aire libre es muy importante para nosotros. ¡Busquemos la siguiente pista!"

Klaus encontró un tarro escondido detrás de la corteza del árbol. Dentro había una tarjeta que decía: "Derecho a la educación".

"Esto es increíble, los adultos deben asegurarse de que tengamos acceso a la escuela y aprender todo lo que podemos" - dijo Klaus, emocionado.

Más adelante se dirigieron a una fuente. Aquí, Agustín recordó el siguiente derecho.

"El derecho a expresarnos. ¡Como en nuestra reunión! Podemos decir lo que pensamos y sentirnos libres de hacerlo".

Sin embargo, a medida que se adentraban en su búsqueda, se encontraron con un problema. Un grupo de chicos mayores comenzó a molestar a una niña nueva del barrio que se sentaba sola. Su nombre era Catia y, al ver la situación, los amigos no podían quedarse de brazos cruzados.

"¿Por qué la molestan?" - preguntó Agustín, acercándose con valentía.

"Porque no nos gusta que venga a jugar aquí. Este parque es nuestro" - respondió uno de los mayores perezosamente.

Sofía, que siempre había sido una buena mediadora, les dijo:

"Es nuestro parque también. Todos tienen derecho a jugar y ser parte. Nadie debe ser excluido por ser nuevo".

Los mayores pararon, sorprendidos por la tenacidad de los chicos más pequeños.

"Pero es sólo un juego..." - titubearon.

"Lo que decimos y hacemos puede afectar a los demás. Necesitamos practicar nuestros derechos y asegurarnos de que todos se sientan incluidos" - agregó Klaus, cruzando los brazos, decidido a defender a Catia.

La niña nueva sonrió, mostrando un brillo de esperanza.

"Gracias, chicos. Nunca pensé que me defenderían" - dijo Catia con gratitud.

Agustín, con una idea brillante, sugirió:

"¿Qué tal si hacemos un cartelito con nuestros derechos y lo colgamos en el parque? Así todos sabrán que pueden jugar y ser escuchados".

Los demás aplaudieron la idea y rápidamente empezaron a recoger materiales que encontraban en el lugar. Usaron cartones, marcadores y hasta algunas ramas como decoración. Con esfuerzo, crearon un gran cartel que decía: "¡Este es un parque para todos! Respeta los derechos de cada niño".

Al finalizar la tarde, no solo habían aprendido sobre sus derechos, sino que también habían ayudado a una nueva amiga y creado un ambiente más amigable. Comenzaron a abrir espacio en el parque para que Catia se uniera a su club.

"Hoy hemos sido buenos defensores de nuestros derechos" - dijo Sofía, sonriendo mientras recordaban su jornada.

"¡Sí! Y lo mejor es que ahora tenemos una nueva amiga y un lugar donde hacer valer nuestros derechos" - dijo Klaus con orgullo.

A partir de entonces, 'El Club de los Derechos' se convirtió en un motor de cambio en su barrio. Organizaron actividades para promover los derechos de todos los niños, siempre recordando que la convivencia se nutre de respeto y empatía.

Y así, gracias al coraje y la unión de un grupo de amigos, el barrio fue un lugar más inclusivo y feliz para todos sus habitantes.

FIN.

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