El Club de los Valientes
Era una noche oscura y tormentosa en el pequeño pueblo de Villa Encantada. Todos los niños del lugar estaban en sus casas, asustados por los rumores de un fantasma que rondaba el viejo colegio. Pero un grupo de amigos, Valentina, Nico y Mateo, decidió que era hora de ser valientes y desentrañar este misterio.
"¿Escucharon eso?" - preguntó Valentina con un susurro mientras miraba por la ventana de su habitación.
"Sí, dicen que es el fantasma de la maestra que nunca logró terminar su cuento" - respondió Nico algo nervioso.
"¡No podemos quedarnos aquí! Necesitamos investigar. ¡Vamos!" - dijo Mateo, siempre el más aventurero de los tres.
Con sus linternas en mano y un par de galletitas como provisiones, el trío se aventuró hacia el viejo colegio. Al llegar, la puerta chirrió misteriosamente, pero ellos se armaban de valor.
"Hasta ahora no hay nada" - dijo Nico, tratando de calmar a los demás.
"No sabemos si debemos seguir adelante" - respondió Valentina, un poco asustada.
"¡Ay! ¿Quién vive aquí?" - gritó Mateo, bromeando para aliviar la tensión.
Mientras caminaban por los pasillos oscuros, comenzaron a escuchar susurros.
"¿Escuchan eso?" - preguntó Valentina, deteniéndose en seco.
"Es solo el viento" - dijo Mateo, más abajo que nunca.
"No, no es el viento. ¡Vamos a ver!" - respondió Nico, decidido a afrontar el miedo.
Los amigos siguieron el sonido hasta llegar a una vieja aula. Allí encontraron unos libros polvorientos y unas hojas desordenadas en el suelo. Era el lugar donde la maestra solía contar cuentos.
"¿Por qué habrá dejado todo esto aquí?" - se preguntó Valentina mientras hojeaba un libro.
"Tal vez no pudo contar su último cuento y ahora está atrapada aquí" - sugirió Mateo, imaginando una historia triste.
"Pero no debe ser así. Necesitamos ayudarla" - dijo Nico con decisión.
Los amigos se sentaron en el suelo y decidieron que debían terminar el cuento. Valentina comenzó a narrar lo que recordaba. Con cada palabra, las luces comenzaron a parpadear y el ambiente se volvió más cálido.
"Érase una vez un pequeño dragón que soñaba con volar alto en el cielo..." - comenzó Valentina.
"Y hacía todo lo posible para lograrlo, enfrentando sus miedos y ayudando a otros animales del bosque" - interrumpió Mateo.
"Cuando lo consiguió, no solo voló él, sino que ayudó a sus amigos a seguirlo y juntos vieron el mundo desde las nubes" - sumó Nico.
En ese momento, una suave brisa recorrió el aula, y del rincón oscuro apareció una figura etérea con una agradable sonrisa, que los miró con ternura. Era la maestra fantasma.
"Gracias, queridos niños... me ayudaron a encontrar paz al finalizar mi cuento. La valentía no solo se mide en enfrentar miedos, sino también en ayudar a otros" - les dijo con voz serena.
"¿Nos vas a dejar?" - preguntó Valentina, con un hilo de voz.
"Siempre estaré aquí, en los cuentos que cuentan los niños valientes como ustedes" - respondió la maestra, desvaneciéndose con una brisa suave.
Aquel lugar que antes les causaba miedo ahora estaba lleno de luz y alegría.
"¡Lo logramos!" - exclamó Mateo, saltando de felicidad. "No hay que tenerle miedo al miedo, hay que enfrentarlo con valentía y ayudar a los demás".
"Sí, y ahora podemos contar nuestras propias historias en este aula" - agregó Valentina emocionada.
Con una nueva misión, los niños decidieron convertirse en el Club de los Valientes, donde cada semana ayudarían a contar cuentos y a darles vida a las historias que, como la de la maestra, deseaban ser compartidas.
Desde esa noche, el viejo colegio se convirtió en un lugar lleno de risas, cuentos e imaginación, haciendo que cada niño del pueblo quisiera ser parte de su magia.
"Nunca más tendremos miedo, porque hay mucho por descubrir y crear juntos" - finalizó Nico mientras salían de la escuela al amanecer.
Y así, el trío de amigos no solo desentrañó el misterio del fantasma, sino que también aprendieron a enfrentar sus miedos y a valorizar la amistad y la valentía en cada cuento que compartían.
Fin.
FIN.