El Club de los Valientes
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Aventura, un grupo de cuatro amigos: Lucas, Sofía, Tomás y Valentina. Ellos tenían una gran pasión por el deporte, la música y la pintura, pero un día, la llegada de una nueva chica al colegio cambiaría todo su mundo.
La nueva chica, llamada Ana, era divertida y simpática, y muchos la admiraban. Al principio, Lucas se emocionó por conocerla. Sin embargo, a medida que pasaban los días, comenzó a sentir que no podía acercarse porque tenía miedo de ser rechazado por sus amigos, que hablaban a veces de forma burlona sobre las chicas.
-Hola, Lucas, ¿te gusta Ana? -le preguntó Sofía, notando que él la miraba.
-No... No sé. Solo es una amiga. -respondió Lucas, tratando de parecer indiferente.
-Pero la mirás de una forma... -rió Tomás.
Lucas se sintió incómodo y se alejó, mientras pensaba que era tonto sentirse así.
Un día, el grupo decidió ir a la plaza del pueblo a practicar un nuevo juego de fútbol. Esa tarde, todos estaban emocionados, pero Lucas no podía dejar de pensar en lo que sus amigos podrían decir si se enteraban que le gustaba Ana. Al llegar a la plaza, se encontró con Ana.
-Hola, Ana, ¿quieres jugar con nosotros? -preguntó Valentina, siempre amigable.
-Claro, me encantaría -respondió Ana con una sonrisa.
El juego comenzó, y Lucas se dio cuenta de que tenía muchas cosas en común con Ana: les gustaba la misma música y ambos amaban contar chistes. Sin embargo, a medida que el juego avanzaba, escuchó de fondo las risas de Tomás y las burlas en relación a que Ana estaba —"enamorado" de una chica. La risa lo incomodó y decidió que era mejor alejarse un poco.
Esa noche, Lucas no podía dormir, sintiéndose cada vez más inseguro. Unos días después, en la escuela, se encontró con su profesora de Educación Física. Ella notó que Lucas estaba triste y lo llamó.
-Lucas, ¿por qué te veo preocupado? -preguntó la profesora.
-Es que... tengo miedo de lo que piensen mis amigos. No sé si quiero seguir siendo parte de su grupo -respondió Lucas apenado.
La profesora sonrió y le dio un consejo:
-
Lucas, a veces es difícil ser uno mismo, pero no todos los caminos son igual de buenos. A veces hay que tener el valor de caminar solo o buscar nuevos amigos que te acepten tal como sos. Si tus amigos se ríen de lo que te gusta, ¿son realmente amigos?
Esa charla le abrió los ojos a Lucas. Así que al día siguiente, decidió ser valiente. Durante el recreo, se juntó con Ana y le dijo:
-Te parece que formemos un club de deportes y arte. Queremos hacerlo divertido y creativo.
Ana lo miró sorprendida y se emocionó.
-¡Qué buena idea! -exclamó. -Podemos invitar a todos.
Sin embargo, al escuchar el plan, algunos amigos comenzaron a reírse.
-¿Un club de chicas? -bromeó Tomás entre risas.
Lucas, sintiéndose más firme, respondió:
-
No, este es un club para todos. No importa si sos chica o chico, si te gusta jugar a la pelota o pintar. ¡Lo que importa es que se diviertan!
Con el apoyo de Ana y Valentina, Lucas decidió seguir adelante. Al poco tiempo, el club se volvió un éxito, con más niños que nunca que querían participar, y la risa burlona de Tomás se atenuó cuando comenzó a ver lo que estaban creando.
El club se convirtió en un espacio seguro, donde los chicos podían expresar sus miedos, sus sueños y sus pasiones sin ser juzgados. Con el tiempo, Tomás también se unió, sorprendiendo a Lucas con un dibujo que había hecho.
Lucas, ahora menos atemorizado, le dijo a su profesor de educación física:
-
No tengo miedo de ser yo mismo.
Y así, el Club de los Valientes se mantuvo en pie, donde no solo desarrollaron talentos, sino que también aprendieron a aceptarse unos a otros, sin miedo a lo que la sociedad pudiera pensar. Desde aquel día, Lucas entendió que la verdadera amistad se basa en ser uno mismo y que todos tenían el derecho a ser felices, así como a disfrutar de lo que les gusta.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado, pero la amistad y el coraje de ser vos mismo, ¡son para siempre!
FIN.