El Club del Abrazo Amistoso



Había una vez una niña llamada Sofía que tenía una pareja de amigos muy especial, Oliver. Juntos, disfrutaban de aventuras y juegos divertidos.

Sin embargo, Sofía comenzó a notar algo que no le gustaba: cada vez que Oliver abrazaba a sus demás compañeras, ella sentía un pellizquito en su corazón. Un día, mientras jugaban en el parque, Sofía decidió hablar con Oliver sobre lo que sentía.

Se acercó a él y le dijo con sinceridad: "Oliver, me gusta mucho ser tu amiga, pero cuando te veo abrazando a las demás niñas, me siento triste y celosa". Oliver se sorprendió al escuchar esto y rápidamente se disculpó: "Lo siento mucho, Sofía. No quería hacerte sentir mal.

Solo quiero ser amigo de todos". Sofía entendió que Oliver no tenía malas intenciones y decidió darle una oportunidad para explicarse mejor.

Sentados en un banco del parque, Oliver le contó a Sofía que siempre había sido cariñoso con todas sus amigas porque así era como expresaba su alegría por tenerlas cerca. "Sofía", dijo Oliver con ternura en sus ojos brillantes, "eres mi amiga más especial. Nunca quise hacerte sentir insegura o celosa".

Sofia reflexionó sobre las palabras de Oliver y comprendió que no debían dejar que los celos arruinaran su hermosa amistad. Decidieron buscar juntos una solución para hacer sentir bien a todos sin lastimar los sentimientos de nadie.

Decidieron crear el Club del Abrazo Amistoso donde todos los niños y niñas podían abrazarse sin malentendidos. Las reglas eran muy claras: solo se permitían abrazos amigables, sin distinciones de género y siempre respetando los límites de cada uno.

El Club del Abrazo Amistoso fue un éxito total. Los niños y niñas aprendieron que el cariño puede expresarse de muchas formas diferentes, como una sonrisa, una palabra amable o un gesto de amor fraternal.

Sofía y Oliver se convirtieron en líderes ejemplares del club, enseñando a todos la importancia de la comunicación honesta y el respeto mutuo. Con el tiempo, Sofía dejó atrás sus celos y aprendió a confiar plenamente en su amigo Oliver.

Juntos demostraron que la amistad verdadera no debe estar basada en los celos o las inseguridades, sino en el amor sincero y el apoyo desinteresado. Y así, Sofía comprendió que cada abrazo tenía su propio significado especial.

A partir de ese día, ella disfrutó viendo cómo Oliver compartía su alegría con todos sus amigos sin causarle ningún malestar. La historia de Sofía nos enseña a hablar sobre nuestros sentimientos con sinceridad y buscar soluciones juntos para mantener nuestras amistades fuertes y saludables.

Además, nos recuerda que debemos aprender a confiar en aquellos que nos rodean para construir relaciones sólidas basadas en el respeto mutuo. Fin.

FIN.

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