El Club del Tiempo Fuera



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Techlandia, un grupo de amigos que pasaban mucho tiempo jugando videojuegos y viendo programas de televisión. Entre ellos estaban Lucas, Clara, Mateo y Sofía. Cada tarde, después de la escuela, se reunían en casa de Lucas, donde la consola de videojuegos siempre estaba lista para jugar.

Un día, Clara llegó un poco más tarde que de costumbre. Al entrar, los demás estaban muy entusiasmados.

"¡Nadie podrá vencerme en el juego de hoy!" - rugió Lucas.

"Yo tengo una nueva estrategia que les va a sorprender a todos" - contestó Mateo con una sonrisa misteriosa.

"No puedo esperar a ver qué pueden hacer con esos nuevos trucos" - agregó Sofía.

Antes de empezar la partida, Clara se acercó un poco tímida.

"Chicos, ¿no les parece que estamos jugando demasiado? Hace tiempo que no salimos a jugar al parque o exploramos la biblioteca".

"¡Pero esto es súper divertido!" - exclamó Mateo.

"Sí, y además siempre hay nuevos juegos que probar" - añadió Lucas.

"Pero podríamos hacer ambas cosas" - insistió Clara, quien siempre fue la más reflexiva del grupo.

Los amigos se intercambiaron miradas confusas. Nadie quería dejar de jugar, pero Clara tenía razón. Había un mundo más allá de la pantalla, uno lleno de aventuras esperándolos. Entonces se les ocurrió una idea.

"¿Y si creamos un Club del Tiempo Fuera?" - sugirió Sofía emocionada.

"¿Qué es eso?" - preguntó Lucas.

"Cada semana elegiremos un día para hacer algo sin pantallas. Puede ser ir al parque, leer en la biblioteca o hacer manualidades. Así unimos diversión de lo real con lo virtual" - explicó Sofía.

Los chicos decidieron hacer su primera actividad el sábado siguiente. Prepararon un cartel que anunciaba el primer encuentro del 'Club del Tiempo Fuera' y se llenaron de entusiasmo. El día llegó y todos estaban ansiosos, aunque un poco temerosos de la idea de estar lejos de sus juegos.

El sábado amaneció soleado y los amigos se encontraron en el parque. Aunque al principio sentían que les faltaba algo, pronto se dejaron llevar por la energía del lugar. Decidieron hacer una búsqueda del tesoro.

"El primero que encuentre el árbol más grande se lleva la corona del rey de la aventura" - dijo Mateo.

"Y el ganador tiene que preparar un helado para todos" - añadió Clara.

El juego se desató, riendo y corriendo de aquí para allá. Cada uno corrió en direcciones diferentes, pero pronto se dieron cuenta de que no podían encontrar el árbol solos.

"¡Chicos! Tenemos que unirnos si queremos ganarle a este misterioso árbol gigante" - gritó Sofía mientras los demás regresaban.

"¡Ah, pero pensábamos que estaba más cerca!" - se quejó Mateo.

Al final, encontraron el árbol más alto y decidieron que sería su nuevo lugar de encuentro. Después de varias risas, un par de caídas y algunas historias compartidas, regresaron chirriando de alegría.

Cuando llegaron a casa, todos se sintieron felices, pero algo había cambiado.

"¡No puedo esperar al próximo encuentro del Club del Tiempo Fuera!" - exclamó Lucas.

"Es verdad, es más divertido que jugar todo el tiempo" - añadió Clara.

"A veces, tenemos que hacer una pausa de las pantallas para descubrir cosas nuevas" - reflexionó Sofía.

Así, cada semana se reunían en el parque, exploraban la biblioteca, hacían manualidades o simplemente disfrutaban de un día al aire libre. Su amistad se fortalecía cada vez más. Por supuesto, seguían jugando de vez en cuando, pero ahora sabían que el mundo real también tenía muchas sorpresas para ofrecer.

Un día, mientras jugaban en su parque favorito, Clara tropezó con un libro viejo tirado en el suelo.

"¡Miren esto!" - exclamó. Todos se acercaron para ver de qué trataba. Era un libro sobre inventores y aventuras que les dejó con ganas de más.

"¿Por qué no lo leemos juntos el próximo fin de semana y hacemos nuestro propio proyecto de inventores?" - sugirió Mateo.

"Podríamos hacer un experimento o crear algo" - dijo Sofía.

Y así surgió la idea del 'Proyecto Inventor' que se convirtió en su nueva travesura. Comenzaron a crear nuevos juegos e incluso a inventar sus propios juegos de mesa. El Club del Tiempo Fuera no solo les trajo aire fresco, también les enseñó el valor del trabajo en equipo, la creatividad y, sobre todo, disfrutar del tiempo juntos sin necesidad de pantallas.

Así, los cuatro amigos comprendieron que la tecnología es divertida, pero las mejores aventuras están en la vida real, rodeados de amigos y naturaleza. Desde ese momento, cada vez que alguien decía "Club del Tiempo Fuera", ellos respondían con una gran sonrisa:

"¡Sí! ¡Aventuras del mundo real!"

FIN.

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