El coche de los abuelos



Había una vez un niño llamado Joaquín, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas y campos verdes.

Joaquín tenía una gran pasión por los coches, siempre soñaba con tener uno propio y recorrer las carreteras sin rumbo fijo. Un día, mientras paseaba por el parque del pueblo, vio a su abuelo y a su abuela sentados en un banco.

Se acercó corriendo hacia ellos y les preguntó:- ¡Abuelo! ¡Abuela! ¿Qué están haciendo aquí? - Hola, querido Joaquín -respondió el abuelo-. Estamos pensando en qué hacer con nuestro viejo coche. Ya no lo usamos mucho y está ocupando espacio en el garaje. Joaquín se emocionó al escuchar eso.

Sabía que ese coche era especial para su abuelo porque habían compartido muchos viajes juntos cuando él era más joven. - Abuelo, ¿me dejarías usar tu coche? Prometo cuidarlo muy bien -pidió Joaquín con entusiasmo.

El abuelo sonrió ante la propuesta de su nieto y dijo:- Está bien, pero tienes que aprender a conducir primero. No puedes simplemente subirte al coche sin saber cómo manejarlo correctamente. A partir de ese momento, Joaquín se dedicó a aprender todo sobre la conducción.

Estudió las señales de tráfico, practicó aparcar en el garaje e incluso ayudaba a su padre a lavar el coche familiar cada fin de semana.

Después de meses de práctica intensiva, finalmente llegó el día en que Joaquín estaba listo para conducir el coche de su abuelo. El abuelo y la abuela se subieron al asiento trasero, emocionados por ver a su nieto llevarlos a un paseo.

Joaquín arrancó el motor con cuidado y empezó a manejar el coche lentamente por las calles del pueblo. Se sentía como todo un conductor profesional, pero pronto se dio cuenta de que algo no iba bien. - ¡Oh no! -exclamó Joaquín-. Creo que hemos perdido una rueda.

El coche se detuvo bruscamente y todos bajaron para ver qué había pasado. Efectivamente, una de las ruedas se había soltado debido a un problema mecánico. - Tranquilos -dijo Joaquín-, sé cómo cambiar una rueda. He aprendido mucho sobre los coches durante estos meses.

Con la ayuda de su abuelo, Joaquín cambió la rueda rápidamente y continuaron su viaje. Aunque habían tenido un pequeño contratiempo, eso no arruinó la emoción del momento.

Mientras conducían por carreteras sinuosas rodeadas de hermosos paisajes, Joaquín aprovechó para preguntarle a sus abuelos acerca de sus aventuras pasadas en ese mismo coche. Escuchaba atentamente cada historia mientras ellos recordaban momentos felices juntos. Después de varias horas conduciendo, llegaron a un mirador en lo alto de una montaña.

Desde allí podían ver todo el pueblo y los campos verdes que rodeaban el lugar. Era un paisaje increíblemente hermoso que dejó boquiabierto a Joaquín. - ¿Ven? -dijo la abuela con una sonrisa-.

Este coche nos ha llevado a lugares maravillosos y nos ha regalado momentos inolvidables. Ahora, también te está brindando a ti esa misma oportunidad. Joaquín se sintió muy agradecido por haber tenido la oportunidad de conducir el coche de sus abuelos.

Aprendió que los objetos pueden tener un valor sentimental y que cuidarlos y mantenerlos vivos puede traer alegría a las personas. Desde ese día, Joaquín siguió aprendiendo sobre coches y se convirtió en un gran aficionado del mundo automovilístico.

Cada vez que veía un coche antiguo como el de su abuelo, recordaba aquel paseo especial y sonreía sabiendo que había sido parte de algo único.

Y así, Joaquín descubrió que los sueños pueden hacerse realidad cuando tienes pasión, perseverancia y el amor de tus seres queridos.

FIN.

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