El Cocodrilo de la Amistad



Había una vez un señor llamado Don José, que tenía una peculiar mascota: un cocodrilo llamado Coco. Coco era diferente a otros cocodrilos, ya que su dueña siempre le decía que podía ser amigable si así lo quería. Sin embargo, Coco tuvo un pequeño problema: cada vez que se cruzaba con un humano, le daba un leve mordisco en la pierna como si jugara, pero los humanos lo sentían como un gran susto.

Un día, mientras Don José paseaba con Coco por el parque, un grupo de niños jugaba a la pelota. Al verlos, Coco se emocionó y decidió correr hacia ellos.

"¡Coco, no! ¡Vuelve acá!" gritó Don José, pero ya era muy tarde.

Coco se fue corriendo y, al llegar a donde estaban los chicos, los asustó.

"No me muerdas, Coco!" lloró uno de los niños.

Pero Coco solo quería jugar. Fue entonces cuando el niño, llamado Julián, decidió acercarse.

"No le tengamos miedo, miren su cola, parece que solo quiere jugar" dijo Julián valientemente.

Los demás niños, animados por su valentía, se acercaron con precaución.

"¿Podemos jugar con vos, Coco?" preguntó una niña llamada Lila.

Coco, al oír esas palabras, se sintió feliz. ¿Quién diría que podía tener amigos? Así que empezó a hacer giros y movimientos divertidos. Saltó sobre un pequeño charco y todos se reían.

Sin embargo, de repente ocurrió algo inesperado: alguien dejó una bolsa de comida en el parque, y Coco, que olfateó el delicioso olor, se distrajo. En un abrir y cerrar de ojos, se abalanzó sobre la comida.

"¡Coco!" gritó Don José con preocupación.

Pero ya era demasiado tarde; Coco se llevó la bolsa y, cuando miró alrededor, se encontró, por primera vez, completamente solo en un inmenso parque desierto. Miró hacia donde estaban los niños, pero ya habían vuelto a sus juegos, un poco asustados.

Esa noche, Don José y Coco regresaron a casa. La experiencia los había hecho reflexionar mucho. Don José se dio cuenta de que su mascota necesitaba aprender a ser más amable y a interactuar de una forma diferente. Entonces, pensó en todo lo que podrían hacer juntos. Así que se les ocurrió una idea:

"Coco, vamos a trabajar en esto. Si quieres ser amigo de los chicos, tenés que ser un poco más cuidadoso" le dijo Don José.

Coco fue poniendo mucho esfuerzo. Cada mañana, Don José y Coco practicaban hacer trucos de entretenimiento y aprender formas de jugar sin asustar a nadie.

Semanas después, el parque se llenó de niños felices y emocionados al ver al extraordinario cocodrilo:

"¡Miren! ¡Es Coco!" exclamaron los niños.

Coco se acercó lentamente, moviendo la cola con alegría, mientras hacía un truco de salto. Los niños aplaudieron.

"¡Bravo, Coco!" gritaron.

Desde ese día, Coco se convirtió en el mini artista del parque. Don José y los niños organizaban espectáculos cada fin de semana. Ahora, Coco no solo era una mascota, sino también un querido amigo, disfrutando de cada risa en compañía de todos los niños.

Y así, Don José enseñó a Coco que, aunque a veces las diferencias pueden sembrar el miedo, con esfuerzo y dedicación, siempre se puede encontrar un puente hacia la amistad.

Ahora, cada vez que alguien mencionaba a Coco, todos contaban la historia del cocodrilo que superó su miedo y se ganó un lugar especial en el corazón de todos. Nunca olvidaron que la amistad auténtica florece cuando somos pacientes, comprensivos y, sobre todo, buenos amigos. Y Coco, el cocodrilo travieso, aprendió a compartir su alegría con el mundo.

"¡Vamos a jugar!" decía Coco moviendo la cola con entusiasmo. A lo que todos respondían:

"¡Sí, Coco!"

Y así, vivieron todos felices, jugando y aprendiendo juntos, porque la amistad es la aventura más mágica de todas.

FIN.

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