El Cocodrilo Hambriento



Había una vez un cocodrilo llamado Carlitos, que vivía en un hermoso río en medio de una selva colorida. Carlitos tenía un gran problema: ¡se comía todo lo que veía! Desde ramas hasta peces, y especialmente, ¡salchichas! En su empeño por probar todo, incluso se había comido varios pájaros.

Un día, mientras Carlitos nadaba felizmente, escuchó platicar a algunos animales de la selva.

"¿Viste? ¡Carlitos se comió un pájaro!" - exclamó el loro Lucas.

"Sí, es un desastre. ¡No podemos dejar que eso siga!" - añadió la tortuga Beatriz.

Los animales estaban preocupados, así que decidieron reunirse para hablar sobre cómo podían ayudar a Carlitos.

Como los animales tenían mucho miedo de Carlitos, decidieron enviar a la valiente ardilla Sofía.

"Para, Carlitos!" - gritó Sofía al ver al cocodrilo devorándose a un pájaro.

"¿Qué pasa, Sofía? ¡Solo estoy disfrutando de un delicioso almuerzo!" - respondió Carlitos con un chorro de agua.

"Pero eso no está bien. Necesitamos hablar sobre lo que consumes. Solo piensas en llenarte, no en lo que haces al resto de nosotros." - explicó Sofía con temor.

"Yo tengo hambre... y los pájaros son ¡tan sabrosos!" - Carlitos replicó mientras se lamería los labios.

Sofía decidió explicarle.

"Carlitos, comer es una parte importante de la vida, pero no puedes seguir comiendo lo que quieras sin pensar en las consecuencias. Todos los animales tienen un papel en este ecosistema. Si sigues comiendo pájaros, nos quedaremos sin ellos."

El cocodrilo reflexionó un poco.

"No había pensado en eso. Pero, ¿qué puedo hacer si tengo tanta hambre?" - preguntó, preocupándose.

Sofía sonrió.

"Podríamos buscar alternativas. ¿Qué tal si trabajamos juntos para encontrar comida más sostenible para vos?" - sugirió animadamente.

Carlitos, intrigado por la idea, accedió a colaborar. Todos los animales de la selva se unieron en la búsqueda de opciones.

Un grupo de patos se acercó nadando.

"¿Sabían que podríamos enseñarte a pescar?" - dijo uno de ellos.

"Podrías alimentarte de peces en lugar de pájaros", agregó otro pato.

Carlitos se emocionó.

"¡Eso suena genial!" - exclamó.

Así empezó su aventura, aprendiendo a pescar. Cada día, los patos lo guiaban y, a medida que se iba haciendo mejor pescador, sus ansias por comerse a los pájaros desaparecieron y comenzó a disfrutar de la vida en la selva. Los pájaros que antes temían al cocodrilo se relajaron al saber que ya no corrían peligro.

Los días pasaron y Carlitos se convirtió en un experto pescador. Un día, al ver a un pajarito en el árbol, decidió no cazarlo.

"Pajarito, no te haré daño. He aprendido que también hay otras formas de alimentarse sin lastimar. ¡Y creo que te prefiero volando!" - le dijo con una sonrisa.

Los otros animales estaban contentos con el cambio de Carlitos y, en agradecimiento, le organizaron una gran fiesta en la orilla del río. Todos celebraron lo lejos que había llegado Carlitos y cuán importante era respetar el equilibrio de la selva.

"Gracias, amigos. Nunca pensé que podría disfrutar de la vida sin tener que comer a los pájaros. Aprendí que somos parte de un gran sistema y, si todos colaboramos, todos podemos ser felices." - dijo Carlitos, mientras el sol se ponía en el horizonte.

Y así, el cocodrilo hambriento se transformó en un gran amigo de la selva, aprendiendo el verdadero valor de la convivencia y la armonía con la naturaleza.

FIN.

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