El Cocodrilo Hambriento y Sus Amigos



Había una vez una señora llamada Doña Clara que vivía en un hermoso pueblo rodeado de naturaleza. Doña Clara tenía una mascota muy especial: un cocodrilo llamado Cocolito. Aunque no era una mascota común, Cocolito siempre había sido muy cariñoso y travieso. El problema era que Cocolito tenía un gran apetito, y todo lo que veía lo queria comer.

Un día soleado, Doña Clara decidió llevar a Cocolito al parque para que disfrutara del aire fresco. Mientras caminaban, Cocolito empezó a mirar a su alrededor, y de repente, vio un pato nadando en un estanque.

- ¡Ñam! - exclamó Cocolito, abriendo su gran boca.

Doña Clara lo detuvo rápidamente.

- ¡Cocolito, no! Ese pato tiene que seguir viviendo. Vamos a disfrutar de un picnic en el parque, no te comas a los amigos que encontramos.

Entonces, continuaron caminando y, poco después, se encontraron con un gato que estaba tomando el sol en una banca.

- ¡Ñam! - volvió a decir Cocolito, ansioso.

- ¡Eso es un gato, Cocolito! - insistió Doña Clara. - Ellos también tienen derecho a vivir y ser felices.

Finalmente, llegaron a una zona donde había un perro jugando con una pelota.

- ¡Ñam! - gritó de nuevo Cocolito, lanzándose hacia el perro.

- ¡Espera! - exclamó Doña Clara, preocupada. - Ese perro también merece ser feliz y jugar.

Cocolito se detuvo, confundido. - Pero tengo mucha hambre...

- Lo sé, Cocolito, pero hay comida rica y sana que podemos llevar en nuestro picnic. Vení, ayudame a sacar la canasta.

Doña Clara sacó sandwiches, frutas y hasta unos deliciosos pastelitos que había preparado. Cocolito, curioso, se acercó a la canasta y empezó a oler la comida rica que había allí.

- Esto huele increíble, Doña Clara. ¿Puedo probar?

- ¡Por supuesto! La comida deliciosa nos hará sentir bien.

Cocolito tomó un bocado de un sandwich y sus ojos brillaron de felicidad.

- ¡Esto está buenísimo! - exclamó, con la boca llena.

- Mirá, Cocolito - continuó Doña Clara - si hacemos amigos, podemos jugar juntos en vez de comernos unos a otros. Además, la comida rica es mucho más divertida.

Cocolito miró a su alrededor y vio a los otros animales. - ¿Y si puedo invitar al pato, al gato y al perro a compartir nuestra comida?

- ¡Esa es una gran idea! -sonrió Doña Clara.

Invitaron a los tres animales a unirse al picnic. El pato llegó volando, el gato caminó perezosamente y el perro corría emocionado. Cuando todos estaban reunidos, Cocolito compartió su comida con ellos.

- ¡Ñam! - dijeron todos mientras disfrutaban de un festín juntos.

Desde ese día, Cocolito aprendió que era mejor compartir y jugar con sus amigos en lugar de comérselos. Y así, se hicieron un grupo inseparable, pasaban las tardes correteando por el parque y organizando picnics llenos de alegría.

Doña Clara siempre sonreía, viendo a su cocodrilo feliz y rodeado de amigos.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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