El Cofre Misterioso de la Playa
Era un hermoso día de verano y Rocco, un perro labrador de pelaje dorado, estaba muy emocionado porque iba a la playa por primera vez. Su dueño, Nico, le lanzó una pelota y Rocco corrió a buscarla, chapoteando en las olas que lamían la orilla.
Mientras jugaba, Rocco se alejó un poco y, entre las piedras, encontró algo que brillaba al sol. Curioso, se acercó y vio que era un cofre antiguo, cubierto de arena y algas.
- ¡Mirá, Rocco! - gritó Nico, acercándose. - ¿Qué tenés ahí?
Rocco movió la cola y le ladró emocionado. Nico limpió un poco la arena y vio que el cofre no tenía cerradura, pero sí una pequeña pantalla con números.
- ¿Un cofre sin llave? - preguntó Nico, intrigado. - ¿Tendrá una contraseña?
- ¡Guau! - respondió Rocco, como si fuera la respuesta más lógica del mundo.
Nico comenzó a mirar alrededor, buscando pistas. Observó las olas y pensó que podrían tener algo que ver. Entonces, tuvo una idea.
- ¿Y si la contraseña es el número de olas que hemos contado? - sugirió.
Rocco ladró, como si estuviese de acuerdo, y comenzaron a contar las olas: "Uno, dos, tres..." para luego decir: "¡Quince!". Nico tecleó los números en la pantalla, pero el cofre no se abrió.
- Hmm, parece que no es esa la respuesta. - dijo decepcionado. De repente, Rocco, olfateando algo en la arena, encontró un caracol.
- ¿Qué tal si la contraseña está relacionada con los animales de la playa? - propuso Nico, al instante más entusiasmado. - ¿Contemos los caracoles que encontramos?
Rocco asintió, aunque no estaba seguro de que los caracoles fueran lo que Nico esperaba. Juntos, comenzaron a contar los caracoles que veían: "Uno, dos, tres...". Pero cuando llegaron a cinco, el cofre seguía sin abrirse.
- Esto es más difícil de lo que pensé - se lamentó Nico. Rocco empezó a pensar. Se sentó y miró el horizonte, mientras las gaviotas graznaban. De repente, se le ocurrió una idea.
- Rocco, ¿cuántas gaviotas ves volando? - preguntó Nico, al notar que su perro parecía muy concentrado. Rocco levantó la mirada y comenzó a contar con su hocico: "Uno, dos, tres... ¡diez!".
- ¡Sí! - grito Nico emocionado. - ¡Diez! ¡Probemos esa como contraseña! Tecleó —"10" y, para su sorpresa, el cofre emitió un tintineo y la tapa se abrió lentamente. Dentro había un montón de juguetes de perro, pelotas, frisbees y una cartita que decía: "Para el buen perro que sepa jugar y buscar".
- ¡Mirá Rocco, son juguetes! ¡Esto es increíble! - exclamó Nico, celebrando el hallazgo. Rocco saltaba de felicidad, moviendo la cola de un lado a otro. Pero, además, la carta llevaba un mensaje especial: "Recuerda siempre jugar y cuidar a la playa. La felicidad está en compartir".
Desde aquel día, Rocco y Nico no solo jugaron con los nuevos juguetes, sino que también compartieron su alegría con otros perros y sus dueños, organizando juegos en la playa para todos. Así, aprendieron que jugar y cuidar el entorno son parte de ser un verdadero amigo.
Y así, el cofre misterioso no solo trajo diversión, sino también amistades y el amor por la naturaleza.
FIN.