El colegio de las maravillas
En un colorido barrio de Buenos Aires, había un lugar muy especial que todos llamaban el cole especial. Allí, cada día, llegaban Mario, Marcos, Unai, Clemente, Ale, David, Gabi y Alejandro. Todos ellos eran chicos estupendos que hacían de cada jornada una aventura increíble.
Cada mañana, el sol brillaba en el cielo y los chicos se reunían en la entrada del cole, listos para aprender y, sobre todo, divertirse. Cada uno tenía su propio talento que llenaba el aula de esa magia especial.
"¡Hola, chicos! ¿Listos para emprender otra aventura?"- preguntó la maestra Sofía con una sonrisa radiante.
"¡Sí! Hoy es el día de los inventos, ¿no?"- exclamó Unai, saltando de emoción.
"Exacto, Unai. Y este año, haremos algo diferente. ¡Crearemos nuestro propio mercado de inventos!"- explicó la maestra.
Los chicos estaban encantados. Todos comenzaron a pensar en lo que podían inventar.
"Yo haré un reloj que también sea una lámpara, así se puede ver la hora en la oscuridad"- aventuró Alejandro.
"Yo voy a inventar una mochila mágica que nunca se llena"- dijo Gabi, ya imaginando cómo sería.
"Mis inventos serán juguetes que se mueven solos"- añadió Mario, con una gran sonrisa.
Los días pasaron mientras cada uno de ellos trabajaba en sus creaciones. Se ayudaban mutuamente, compartían ideas y se animaban a perfeccionar sus inventos. Pero ocurrió algo inesperado una tarde.
Mientras estaban en el taller, Marcos, que era un gran amante de los animales, tuvo una idea brillante.
"¡Chicos! ¿Qué tal si hacemos un invento que ayude a los perros y gatos sin hogar?"- propuso con entusiasmo.
"¡Eso suena genial!"- dijo Clemente, entusiasmado.
"Podríamos crear una máquina que ayude a encontrarles un hogar"- sugirió Ale.
El espíritu del equipo se encendió y juntos se pusieron manos a la obra. Cada uno aportó algo único:
David se encargó de diseñar el exterior con colores alegres, mientras que Gabi programaba el sistema para que la máquina pudiera mostrar las características de cada animal.
Finalmente, después de muchas risas, trabajo en equipo y momentos de creatividad, lograron construir un hermoso "Encontrador de mascotas".
"¿Y si le ponemos un nombre?"- preguntó Unai.
"¿Qué les parece ‘Amigo Finder’?"- sugirió Clemente.
Todos estuvieron de acuerdo. Estaban tan emocionados con su invento que decidieron presentarlo en el mercado de inventos, pero también pensaron en un plan adicional.
El día de la presentación llegó y todos estaban nerviosos pero listos. El mercado estaba lleno de padres, amigos y vecinos.
"Los invitamos a conocer ‘Amigo Finder’"- anunció Mario, mientras mostraba su invento.
"Este dispositivo ayuda a encontrar casas para mascotas sin hogar, porque creemos que todos merecen un lugar especial"- agregó Gabi, con gran orgullo.
La gente quedó fascinada. Luego de la presentación, muchas personas se acercaban para tocar el invento y hacer preguntas.
"Esto es precioso, yo tengo espacio en casa para adoptar un gato"- comentó una señora con una gran sonrisa.
Los chicos se sintieron felices y emocionados, entendiendo que su proyecto no solo era un invento, sino también un acto de bondad hacia los animales.
La sorpresa más grande llegó cuando un grupo de rescatistas de animales se acercó a ellos.
"Nos encantaría llevar su invento a las ferias de adopción"- les dijo una de las rescatistas.
"¡Sí! Eso nos haría muy felices"- exclamó Alejandro.
Y así, esos chicos estupendos no solo habían aprendido sobre inventos, sino que también enseñaron a todos la importancia de cuidar y ayudar a los seres que nos rodean.
Cada día que pasaba, el cole especial se llenaba de risas, creatividad, y por sobre todo, amor. Y ese mercado de inventos no solo fue un día especial, sino el inicio de grandes aventuras que aún estaban por venir, demostrando que juntos, ¡podían hacer la diferencia!
Y así, Mario, Marcos, Unai, Clemente, Ale, David, Gabi y Alejandro, siguieron llenando su cole especial con sueños, risas y, sobre todo, un espíritu inquebrantable de ayudar al mundo.
FIN.