El colibrí que quería ser águila



En un exuberante bosque lleno de colores y sonidos, vivía un pequeño colibrí llamado Lucho. Desde que llegó al mundo, Lucho había admirado a las majestuosas águilas que surcaban el cielo. Ellas, con sus enormes alas y su elegante vuelo, parecían reinas del aire.

Un día, mientras Lucho revoloteaba de flor en flor, vio a su amiga la mariposa, Valentina.

"¡Mirá Valentina! ¡Esa águila vuela tan alto! Yo quiero ser como ella", dijo Lucho con anhelo.

"Pero sos un colibrí, tus alas son perfectas para lo que sos", respondió Valentina.

"No quiero ser solo un colibrí, quiero ser grande y fuerte como un águila", insistió Lucho.

Determinado, Lucho decidió que emprendería un viaje para transformarse en águila. Se despidió de Valentina y voló hacia la montaña más alta, donde vivía una anciana sabia llamada Luna, que tenía fama de ayudar a los que deseaban cambiar su destino.

Al llegar a la cumbre, Lucho agitado, la encontró.

"Luna, necesito tu ayuda. Quiero ser un águila. Estoy cansado de ser solo un colibrí", declaró Lucho con fuerza.

"¿Estás seguro de lo que deseas, pequeño?"," le preguntó Luna con una mirada penetrante.

"Sí, quiero volar alto y ser admirado por todos", contestó Lucho, con su corazón palpitante.

La anciana rió suavemente y dijo:

"Para ser un águila, debes pasar por varias pruebas. ¿Estás listo?"

"Sí, lo estoy!" exclamó Lucho, emocionado.

La primera prueba consistía en cruzar un denso bosque lleno de trampas. Con su pequeño cuerpo, Lucho debía ser ágil y astuto. Viajó entre ramas y raíces, evitando las trampas, y logró cruzar el bosque. Estaba muy feliz.

La segunda prueba era más difícil. Tenía que subir a la cima de una montaña y traer una pluma de águila.

Al llegar a la cima, se encontró con un águila majestuosa que lo miraba con curiosidad.

"¿Qué haces aquí, pequeño colibrí?" le preguntó el águila, sorprendida.

"Vine a traerte un mensaje de valía. Quiero ser como vos", le respondió Lucho, con el coraje en su voz.

El águila sonrió y replicó:

"No se trata de ser uno de nosotros, sino de descubrir cómo volar con tu propio estilo. Tu pequeño cuerpo te da habilidades que yo no tengo. Usa lo que sos bien!"

Lucho se dio cuenta de que había olvidado lo especial que era ser colibrí. Antes de regresar con Luna, vivió un momento increíble volando por el cielo, bebiendo néctar de flores que ni siquiera las águilas podían alcanzar.

Al regresar, Luna lo estaba esperando.

"¿Lograste tus objetivos, querido", le preguntó.

"Sí, pero aprendí algo más importante. No necesito ser un águila, ser colibrí es maravilloso. Soy rápido, puedo volar entre las flores y hacer que la belleza del bosque brille con mis colores”, dijo Lucho, ahora lleno de confianza.

Luna sonrió con orgullo.

"La verdadera grandeza está en aceptarte tal cual sos y aprovechar tus talentos únicos".

Desde ese día, Lucho no solo dejó de querer ser un águila, sino que comenzó a celebrar su identidad como colibrí. Voló más alto que nunca y disfrutó cada instante de su libertad. Sus amigos lo admiraban cada vez más, no por ser un águila, sino por ser el increíble colibrí que siempre había sido.

Así, Lucho descubrió que ser uno mismo era el verdadero camino hacia la felicidad.

Y cada vez que miraba al cielo y veía a una águila, sonreía y se sentía orgulloso de su propio vuelo.

FIN.

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