El colibrí y la abeja
Había una vez un hermoso colibrí llamado Pimpollo, que pasaba sus días revoloteando de flor en flor en busca de delicioso néctar. Un día, mientras revoloteaba entre las flores, se encontró con una simpática abeja llamada Mielinda. -Hola, pequeño colibrí.
¿Qué haces por aquí? -le preguntó la abeja con curiosidad. -Estoy buscando las flores más hermosas y deliciosas para alimentarme -respondió Pimpollo. -¡Qué coincidencia! Yo también ando en busca de las flores más exquisitas para hacer mi deliciosa miel.
¿Por qué no nos unimos y buscamos juntos? -propuso Mielinda emocionada. Pimpollo aceptó la propuesta con entusiasmo, y desde ese día se convirtieron en inseparables amigos.
Juntos, recorrían el jardín en busca de las flores más hermosas y sabrosas, compartiendo risas, anécdotas y aprendizajes. Durante sus travesías, conocieron a otros insectos del jardín, como la mariposa Rosalinda y el saltamontes Gabi, quienes se sumaron a sus aventuras.
Sin embargo, un día, mientras exploraban una región desconocida del jardín, se toparon con un gran desafío: una enredadera espinosa bloqueaba el camino hacia las flores más hermosas. -¡Vaya, vaya, vaya! Parece que nos hemos encontrado con un obstáculo -dijo Gabi con preocupación.
-No te preocupes, amigos, juntos podemos superar cualquier desafío -afirmó Pimpollo con determinación. Con ingenio y cooperación, lograron sortear la enredadera espinosa, descubriendo un espectacular jardín repleto de las flores más hermosas y exquisitas que jamás habían visto.
Emocionados, se lanzaron a disfrutar de aquel festín multicolor, deleitándose con el dulce néctar de las flores.
Y así, Pimpollo, Mielinda, Rosalinda y Gabi aprendieron que la amistad, la cooperación y el ingenio pueden abrir nuevos caminos y llevarnos a descubrir maravillas inesperadas, enseñanza que compartirían con todos los habitantes del jardín, promoviendo la unión y la solidaridad entre ellos.
FIN.