El collar de la protectora Ayla



Hace muchísimos años, en una cueva escondida entre las montañas, vivía una niña llamada Ayla junto a su familia.

Desde pequeña, Ayla mostraba un gran talento para el arte rupestre y pasaba horas dibujando en las paredes de la cueva. Un día, mientras pintaba con carbón vegetal un hermoso ciervo que había visto en el bosque, algo mágico sucedió.

El ciervo cobró vida en el dibujo y comenzó a correr por la pared de la cueva, saltando de un lado a otro como si fuera real. Ayla no podía creer lo que veía y decidió seguir al ciervo dibujado.

Corrió tras él por los intrincados pasajes de la cueva hasta llegar a una sala secreta donde encontró un antiguo collar de piedras brillantes. Al ponerse el collar, Ayla sintió una energía especial recorrer todo su cuerpo. De repente, se dio cuenta de que podía comunicarse con los animales y entender lo que decían.

¡Era como si hubiera adquirido poderes mágicos! Emocionada por su descubrimiento, Ayla regresó con su familia y les contó todo lo que le había ocurrido.

Su abuelo, quien era el chamán del clan, le explicó que el collar era un regalo de los espíritus antiguos y que ella estaba destinada a usar sus poderes para proteger a su tribu. Desde ese día, Ayla se convirtió en la guardiana del clan.

Utilizaba sus habilidades mágicas para predecir el clima, curar a los enfermos con hierbas medicinales y resolver disputas entre los miembros de la tribu. Un día, mientras cazaba en el bosque con su arco y flecha mágicos, escuchó unos gritos desesperados provenientes de una cueva cercana.

Al acercarse, descubrió que una mamá oso había quedado atrapada bajo unas rocas mientras intentaba rescatar a sus crías. Sin dudarlo ni un segundo, Ayla utilizó sus poderes para levantar las rocas y liberar a la mamá oso.

La madre oso le dio las gracias conmovida y desde ese día juraron protegerse mutuamente. La noticia sobre los increíbles poderes de Ayla se extendió por toda la región y muchas tribus vecinas acudieron a ella en busca de ayuda.

La valiente niña siempre estaba dispuesta a tenderles una mano y resolver cualquier problema utilizando sus dones especiales. Con el tiempo, Ayla se convirtió en una leyenda viva entre las tribus prehistóricas.

Sus hazañas eran relatadas en forma de arte rupestre en todas las cuevas de la región e inspiraban a niños y adultos por igual. Y así fue como la niña artista se convirtió en la heroína más grande de su época: Ayla, la guardiana del pueblo prehistórico.

FIN.

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