El collar de Melina
Desde pequeña, Melina sabía que su madre estaba triste. Siempre la veía con los ojos llorosos y una mirada perdida en el horizonte. Pero ella no sabía por qué su mamá estaba así.
Un día, mientras jugaba en el parque, Melina encontró un collar de perlas blancas en el pasto. Era hermoso y brillante, pero lo más importante era que tenía una medalla de oro con las iniciales "E. L. " grabadas en ella.
Melina se acercó a su mamá emocionada y le mostró lo que había encontrado. Al ver el collar, su mamá se puso pálida como si hubiera visto un fantasma. "- ¿Dónde lo encontraste?" - preguntó su mamá con voz temblorosa.
"- Lo encontré en el parque" - respondió Melina sin entender por qué su mamá estaba tan asustada. Su mamá tomó el collar entre sus manos temblorosas y comenzó a llorar de alegría.
"- Este es mi collar perdido hace muchos años atrás" - dijo mientras abrazaba a Melina con fuerza. Melina no entendía cómo algo tan simple podía hacer feliz a su mamá después de tanto tiempo.
Pero luego supo la historia detrás del collar: era un regalo especial que le habían hecho cuando era joven y siempre lo llevaba puesto hasta que un día lo perdió sin darse cuenta. A partir de ese momento, todo cambió para la familia de Melina.
Su madre ya no estaba triste ni desanimada como antes; ahora sonreía y cantaba mientras hacía las tareas del hogar. Y eso llenaba de felicidad a toda la familia. Pero un día, el collar volvió a desaparecer.
Melina y su mamá lo buscaron por todas partes sin éxito. Y aunque intentaron no preocuparse demasiado, sabían que la tristeza volvería si no lo encontraban. Fue entonces cuando Melina decidió hacer algo al respecto.
Con una determinación increíble para una niña de su edad, se propuso encontrar el collar perdido. Comenzó a investigar por todos lados: preguntando a los vecinos, revisando en tiendas de antigüedades y hasta poniendo carteles en las calles. Su búsqueda fue larga y difícil pero nunca se rindió.
Y finalmente, después de mucho tiempo buscando, Melina encontró el collar perdido en una caja vieja en un mercado de pulgas. Corrió emocionada hacia su mamá con el collar entre sus manos gritando "¡Lo encontré! ¡Lo encontré!".
Su mamá estaba tan feliz que lloraba mientras abrazaba a Melina con fuerza. "- Eres mi ángel guardián" - le dijo mientras besaba su frente.
Desde ese día, la familia de Melina aprendió que la felicidad no viene solamente de tener cosas materiales sino también del amor incondicional que podemos darle a nuestros seres queridos. Melina entendió que había nacido para devolverle algo muy valioso a su madre: la sonrisa y la felicidad perdida.
Y desde entonces supo que siempre debía seguir adelante buscando aquello que hacía feliz a los demás.
FIN.