El collar mágico


Había una vez en un pequeño pueblo costero de Argentina, una perrita llamada Luna. Luna era una perra peluda muy juguetona y llena de energía.

Vivía cerca de la playa y le encantaba correr por la arena, saltar las olas y jugar con otros perros. Luna tenía un amigo muy especial, su nombre era Ez. Ez era un niño de 8 años que también vivía cerca de la playa.

Todos los días después del colegio, Ez iba a buscar a Luna para jugar juntos en la playa. Un día soleado, mientras jugaban en la orilla del mar, Luna vio algo brillante enterrado en la arena. Sin pensarlo dos veces, empezó a escarbar emocionada.

"¡Ez! ¡Mira lo que encontré!"- ladró Luna con emoción. Ez se acercó corriendo y quedó sorprendido al ver lo que había encontrado Luna: era un collar dorado con una pequeña placa grabada con el nombre —"Max" .

"¿Crees que esto pertenece a algún perro perdido?"- preguntó Ez preocupado. Luna asintió con la cabeza mientras movía su cola felizmente. Sabían que tenían que encontrar al dueño de ese collar para devolvérselo.

Decidieron ir puerta por puerta en busca del dueño de Max. Knock-knock-knock... tocaron varias puertas pero nadie conocía a ningún perro llamado Max. "No te preocupes, Luna. Seguiremos buscando"- dijo Ez animando a su amiga peluda.

Pasaron varios días buscando sin éxito hasta que finalmente llegaron a una casa donde les abrió una señora muy amable. "Hola, señora. Encontramos este collar en la playa y pensamos que puede pertenecer a su perro llamado Max"- dijo Ez mostrándole el collar.

La señora se puso las manos en la boca sorprendida y sus ojos se llenaron de lágrimas de alegría. "¡Oh, muchachos! ¡Este es el collar de Max! Se perdió hace unas semanas y no sabíamos dónde buscarlo. Gracias por encontrarlo"- exclamó emocionada la señora.

Luna saltaba de alegría mientras Ez sonreía satisfecho. Habían encontrado al dueño de Max y eso les hacía sentir muy bien. La señora invitó a Luna y Ez a entrar en su casa para agradecerles personalmente.

Les contó que Max era un perro muy querido por toda la familia y que estaban desesperados buscándolo. "Ustedes dos han hecho algo realmente maravilloso al encontrar a Max. Son unos verdaderos héroes"- dijo la señora con gratitud.

A partir de ese día, Luna, Ez y Max se convirtieron en grandes amigos. Pasaban tardes enteras jugando juntos en la playa, corriendo por el campo y explorando nuevos lugares.

Aprendieron el valor de la amistad, la importancia de ayudar a los demás y cómo hacer una diferencia positiva en el mundo. Y así, Luna perra peluda playa amigo Ez dejaron huella en aquel pequeño pueblo costero demostrando que incluso los gestos más pequeños pueden tener un gran impacto.

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