El Color de la Amistad
En un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos, vivían tres amigos inseparables: Niko, un gato negro, Luna, una perra negra, y Tino, un loro negro con plumas brillantes. Juntos, pasaban sus días explorando el bosque y viviendo aventuras. Un día, mientras paseaban por el parque, conocieron a un nuevo amigo: Pablo, un caballo blanco que recién había llegado al pueblo.
"¡Hola! Soy Niko, y estos son mis amigos Luna y Tino. ¿Quién sos vos?" - preguntó Niko emocionado.
"Soy Pablo, acabo de mudarme a esta ciudad. Estoy un poco nervioso, no conozco a nadie aquí" - respondió el caballo blanco con voz temblorosa.
Luna, siempre llena de energía, dijo:
"¡No te preocupes, Pablo! Te vamos a mostrar lo divertido que es vivir aquí. ¡Ven con nosotros!"
Pablo sonrió aliviado, y los cuatro amigos se dispusieron a explorar el pueblo juntos. A medida que pasaban por el mercado, los colores y olores del lugar emocionaban a Pablo. Sin embargo, a medida que se movían, algunos niños comenzaron a reírse de la apariencia de Pablo.
"Miren, un caballo blanco con esos tres animales negros. ¿No parecen un grupo raro?" - se rieron unos niños, causando que Pablo se sintiera triste.
Niko, sintiendo la tristeza de su nuevo amigo, dijo:
"No entiendo por qué dicen eso, Pablo. Todos somos diferentes, y eso es lo que nos hace especiales."
—"Exacto" , agregó Tino, moviendo sus alas. "Lo importante es lo que hay en el corazón, no el color de nuestro pelaje o plumas."
A pesar de la dureza de las palabras, Pablo decidió confiar en sus nuevos amigos y siguió con ellos. Después de un tiempo, se encontraron con un río que brillaba al sol.
"¡Miren, es perfecto para nadar!" - exclamó Luna, lanzándose al agua con un salto.
"Yo también quiero jugar!" - dijo Pablo, intentando zambullirse, aunque no era tan fácil como parecía.
Mientras intentaba entrar en el agua, un grupo de niños se acercó, sonriendo de manera burlona.
"¡Miren al caballo blanco tratando de nadar! ¡Es tan torpe!" - se reían.
Pero en ese momento Niko sopesó la situación y tuvo una idea.
"¡Espera! , ¿no podemos hacer algo divertido?" - dijo con una chispa en los ojos. "Compitamos en una carrera por la orilla del río. Elige el grupo que quieras, y veremos quién es más rápido."
Los niños se miraron entre ellos, intrigados.
"¿Y qué tenemos que hacer?" - preguntaron.
"Cada grupo tendrá que correr hasta la gran roca en el centro del río y volver. ¿Qué dicen?" - sugirió Niko.
Los niños se animaron a la idea y aceptaron la competencia. Así que formaron dos equipos: uno con Pablo y sus amigos, y el otro con los niños del pueblo. La carrera comenzó, y al comienzo Pablo se sintió fuera de lugar, pero recordó las palabras de Niko.
"¡Vamos, Pablo! ¡Puedes hacerlo!" - gritó Luna desde la orilla.
Con el apoyo de sus amigos, Pablo corrió lo más rápido que pudo, disfrutando del momento. En la roca, se dio cuenta de que su color blanco no le impedía divertirse y estar en su elemento. Finalmente, hicieron una gran carrera, y aunque no ganaron, los niños comenzaron a aplaudir y reírse de manera diferente.
"¡Buen trabajo, Pablo! Nunca había visto a un caballo correr así!" - dijo uno de los niños, dándole una palmadita en el lomo.
"¿Se dan cuenta? No importa el color, lo que importa es la diversión y el trabajo en equipo!" - exclamó Tino.
Desde ese día, Pablo ya no fue solo un caballo blanco en un grupo de tres negros, sino parte de un equipo feliz que demostró que la amistad no ve colores, sino que une corazones.
Los niños del pueblo también aprendieron una valiosa lección sobre la diversidad y la aceptación. Y así, los cuatro amigos continuaron teniendo aventuras juntos, demostrando que lo más importante es ser uno mismo y disfrutar de la compañía de quienes realmente te aceptan, sin importar las diferencias.
"Gracias por ser mis amigos" - dijo Pablo una tarde mientras miraban el atardecer juntos.
"¡Siempre seremos amigos!" - respondieron Niko, Luna y Tino al unísono, formando un lazo irrompible, donde el color de la piel o del pelaje no importaba, sino la amistad que llevaban en sus corazones.
FIN.