El Color de la Amistad
Era una soleada mañana en el barrio de José. Con su pequeño pincel en mano, miraba por la ventana esperando que su mamá lo llamara para ir al colegio. Sin embargo, en su corazón sentía un pequeño vacío. A pesar de ser un niño amable y divertido, José tenía pocos amigos. Los demás niños preferían jugar en grupos, y él a menudo se quedaba solo en el rincón del patio, dibujando en su cuaderno.
Un día, su mamá decidió que era hora de hacer algo al respecto. "José, he encontrado un curso de pintura donde podrás aprender más sobre lo que te encanta y, además, conocer a otros niños". José miró a su mamá con curiosidad. "¿Pintura? Esa suena genial, pero... ¿y si no me hacen caso?"
"No te preocupes", respondió su mamá sonriendo. "Sesiones de pintura son divertidas, ¡y tal vez encuentres a alguien que comparta tus intereses!".
Así, llegó el primer día del curso. José estaba emocionado, pero también un poco nervioso. Cuando entró al salón, vio a otros niños repartidos por las mesas, cada uno con sus pinceles y pinturas. Al instante, se dio cuenta de que muchos estaban hablando y riendo juntos. Sin embargo, un niño rubio con una enorme sonrisa llamó rápidamente su atención. "¡Hola! Soy Ramiro, ¿te gustaría pintar con nosotros?".
José sonrió, se acercó y comenzaron a pintar juntos. Con cada trazo, fueron creando un enorme mural lleno de colores vibrantes. Mientras pintaban, otros niños también se unieron. "Este es el mejor mural de todos los tiempos," exclamó una niña de cabello rizado llamada Sofía. “¡José, eres increíble!"
Al finalizar el primer día, José sintió algo que no había sentido en mucho tiempo: pertenencia. Todos querían ser sus amigos porque no solo era un buen pintor, sino también porque compartían risas y divertidas historias.
Sin embargo, al cabo de unos días, una pequeña sombra apareció. Un nuevo alumno, llamado Facundo, empezó a acaparar la atención de todos. Era muy talentoso y rápido para pintar. A medida que los días pasaban, José comenzó a sentir celos.
"No quiero que Facundo me quite a mis amigos", pensaba. Así que decidió hacer algo. Él se acercó a Facundo y le dijo nerviosamente: "Hola, Facundo. Creo que pintas genial, pero me gustaría que TODOS los niños incluyan mis ideas también en el mural".
Facundo lo miró sorprendido y le respondió con una amplia sonrisa: "¡Por supuesto, José! La pintura es para compartir, ¿no crees?".
Ese momento cambió todo para José. Se dio cuenta de que el arte era más divertido cuando todos colaboraban. Y así, se convirtieron en un gran equipo.
Finalmente, el mural fue completado y expuesto en la escuela. Todos aplaudieron, y José sintió orgullo no solo de su trabajo, sino del trabajo en equipo.
Al final, José había encontrado amigos y había aprendido que compartiendo su pasión, podía construir sus lazos mucho más fuertes. Sus nuevas amistades ayudaron a que su corazón ya no sintiera ese vacío.
En el último día del curso, antes de irse, Ramiro se acercó a José y dijo: "Gracias por ser un amigo, José. Todavía tengo mucho para aprender de ti".
Y así, José sonrió y respondió: "Nosotros seguimos aprendiendo juntos, ¡siempre!".
Desde ese entonces, el curso se convirtió en un lugar no solo de creación artística, sino de complicidad y alegría. José había encontrado su lugar, lleno de color y risas, y esa amistad floreció tan enérgicamente como su arte.
FIN.