El Color de la Amistad



En una pequeña escuela primaria de Buenos Aires, había un niño llamado Mateo que amaba dibujar. Cada día, salía a la hora de recreo y se sentaba bajo un árbol con su cuaderno de dibujos. Sin embargo, algunos chicos de su curso, liderados por un niño llamado Lucas, solían burlarse de él.

"¿Por qué te pasas el recreo dibujando? Eres un nerd", le decía Lucas riendo junto a sus amigos.

Mateo se sentía triste, pero seguía dibujando, porque era su pasión. Un día, la maestra Inés, que siempre prestaba atención a lo que sucedía en el patio, vio cómo Mateo se aislaba y cómo Lucas lo molestaba. Esa tarde, decidió hablar con la clase sobre la importancia de la amistad y el respeto.

"Chicos, hoy vamos a hacer un ejercicio. Cada uno de ustedes va a contar algo que le guste de un compañero. Quiero que vean la belleza en la diversidad de cada uno de nosotros", explicó la maestra.

Los niños se miraron sorprendidos. Lucas, un poco incómodo, finalmente alzó la mano.

"Yo creo que Mateo dibuja muy bien. A veces me gustaría saber hacerlo como él", dijo. Todos se quedaron en silencio.

La maestra sonrió y le pidió a Mateo que compartiera algunos de sus dibujos. Con nervios, Mateo mostró su cuaderno lleno de color. Todos quedaron maravillados.

"¡Qué lindo!", exclamó Sofía, una compañera de clase. "¿Podés enseñarnos a dibujar?", agregó emocionada.

Mateo, al principio dudoso, aceptó la invitación. El próximo día, durante la hora de arte, se sentaron en círculo y Mateo comenzó a enseñarles a dibujar. Lucas se unió, y pronto se dio cuenta de que dibujar era divertido.

"Nunca pensé que esto iba a ser tan genial", dijo Lucas, sonriendo mientras daba los primeros trazos con su lápiz.

Los días pasaron y cada vez más chicos se sumaban a las clases de arte. Mateo se convirtió en el centro de atención, pero no de la forma en que había esperado. Ahora, sus compañeros valoraban su talento y aprendían de él.

Un día, la maestra Inés organizó una exposición de arte en la escuela donde los trabajos de todos los chicos serían exhibidos. Todos estaban entusiasmados por mostrar su trabajo y por lo que habían aprendido de Mateo.

"No puedo esperar para ver los dibujos de todos", dijo Mateo, sintiéndose feliz.

El día de la exposición, los padres y otros estudiantes llegados de diferentes grados visitaron y admiraron los dibujos. Lucas se acercó a Mateo.

"Mateo, lamento haberte molestado antes. No sabía lo talentoso que eras. Gracias por enseñarnos", dijo Lucas con sinceridad.

Mateo sonrió al escuchar esas palabras.

"Gracias a vos por darme una oportunidad. Todos podemos aprender algo de cada uno", respondió.

Desde aquel día, la clase de Mateo se volvió unida. A través del dibujo y la creatividad, habían aprendido el valor de la amistad y el respeto. Lucas, que antes era un acosador, se convirtió en un gran amigo y compañero de arte. Los chicos entendieron que cada uno tiene algo especial para ofrecer y que un simple acto de amabilidad puede cambiar la vida de alguien.

El tiempo pasó, y la escuela se volvió un lugar más amigable y con menos burlas. Mateo, Lucas y sus amigos continuaron creando juntos, demostrando que a pesar de las diferencias, la amistad siempre fue el mejor color para pintar sus vidas. Así, Mateo aprendió que ser diferente es una fortaleza y que la amabilidad es el mejor escudo contra el bullying.

FIN.

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