El Color de la Amistad
En la escuela del barrio, cada día se escuchaban risas y se veían dibujos coloridos. Todos los chicos compartían momentos en el patio, pero había un niño que siempre prefería quedarse solo, observando desde un rincón. Su nombre era Lucas. A Lucas le encantaba dibujar y crear mundos imaginarios, pero muchas veces no sabía cómo unirse a los juegos de los otros.
Un día, la maestra Sofía decidió hacer algo especial. "Este mes vamos a trabajar en un proyecto sobre la diversidad y la inclusión. Cada uno de ustedes va a presentar algo que les guste y compartirlo con el grupo. Así nos conoceremos mejor" - anunció. Los ojos de los chicos brillaron de emoción, pero Lucas se sintió un poco incómodo.
"¿Y si nadie quiere escucharme?" - se preguntó, mientras miraba sus dibujos. Pero en su corazón, había una chispa de esperanza.
A medida que pasaron los días, sus compañeros comenzaron a prepararse. Tomás, un niño al que le encantaba el fútbol, preparó una presentación sobre su deporte favorito. "Voy a mostrarles unos trucos de fútbol que aprendí en la cancha" - dijo emocionado.
Al mismo tiempo, Valentina, una niña amante de los animales, trajo fotos de sus mascotas. "¡Miren cuánto me quieren mis perros!" - exclamó, y todos se acercaron para ver.
Lucas seguía un poco nervioso. "No sé si podré hacer esto..." - susurró a su amigo Mateo. Pero Mateo lo miró con una sonrisa. "No te preocupes, lo importante es que hables de lo que más te gusta. Tus dibujos son geniales. ¡Dibujaste un dragón con tres cabezas!" - le animó.
Llegó el día de las presentaciones. Cada chico mostró su pasión, y todos aplaudían con entusiasmo. Por último, fue el turno de Lucas. Con el corazón latiendo rápido, se levantó. "Hola. Yo soy Lucas y... me gusta dibujar" - comenzó, con un hilo de voz.
Lucas mostró sus dibujos, entre ellos un panorama mágico donde los árboles hablaban y los ríos eran de colores. "Esta es una historia donde todos los animales pueden hablar y tienen una fiesta en el bosque" - explicó, sintiendo cómo su nerviosismo se iba desvaneciendo poco a poco al ver la atención de sus compañeros.
Todos escuchaban con fascinación. "¡Es increíble!" - dijo Valentina, mientras se asomaba más cerca. "¿Podrías dibujar un perro como los míos en esa fiesta?" - le preguntó.
"Claro, puedo hacerlo" - respondió Lucas, sintiendo que su corazón se llenaba de alegría. Para sorpresa de todos, al final de su presentación, Lucas invitó a sus compañeros a agregar sus ideas en un mural que harían juntos. "Podemos crear nuestro propio bosque mágico" - propuso.
Los chicos se miraron entre sí y asentieron con entusiasmo. Trabajaron juntos en el mural, cada uno aportando su creatividad. Valentina trajo imágenes de sus perros, Tomás dibujó elementos de una cancha de fútbol, y Lucas floreció como nunca, viendo que sus amigos querían que sus dibujos cobraran vida.
Al final, el mural fue una obra de arte llena de amistad y diversidad. "¡Miren lo que hicimos juntos!" - exclamó Mateo. Y todos gritaron de alegría.
Cuando terminó el proyecto, Lucas se sintió diferente. "No solo dibujé yo, lo hicimos todos juntos. ¡Unimos nuestras ideas!" - dijo con una gran sonrisa.
La maestra Sofía observó orgullosa. Ella sabía que había un aprendizaje mayor. No se trataba solo de algunas presentaciones, sino de descubrir la magia en las diferencias y en cómo cada uno tiene un lugar especial.
Desde ese día, Lucas fue parte activa del grupo. Cada uno había aprendido que, a veces, lo diferente es lo que pinta nuestra vida con más colores. Así, la escuela no solo fue un lugar de aprendizaje, sino un verdadero hogar de amistades. El final de un proyecto no fue el final de todo, sino el inicio de una hermosa historia que juntos habían comenzado a escribir.
FIN.