El color de la felicidad



Había una vez en un barrio humilde de una ciudad Argentina, una niña llamada Lila. Lila tenía ocho años, una sonrisa que iluminaba hasta los días más grises, pero también un corazón herido. En casa, sus padres trabajaban arduamente, pero el dinero nunca alcanzaba. Eso les hacía estar muy estresados y a veces se olvidaban de mostrarle cariño a su pequeña.

"¡Lila, apresurate! No tenemos tiempo para tus juegos!" - le gritaban mientras salían corriendo a trabajar.

En la escuela, la situación no era mejor. Lila vestía ropa vieja, que le quedaba grande y a veces incluso tenía manchas. A sus compañeras les parecía gracioso.

"¡Mirá a Lila, siempre tan desarreglada!" - se reían un grupo de chicas.

Lila se sentía muy triste. Todo lo que ella quería era encajar y, sobre todo, ser feliz. Un día, desanimada, decidió que cambiaría su situación.

Al salir de la escuela, le encontró a su amigo Ramón, un niño amable con un corazón enorme. Ramón había notado que Lila no estaba feliz.

"¿Qué te pasa, Lila?" - preguntó con curiosidad.

"Nada, solo... solo siento que no soy suficiente para ser parte de algo." - susurró Lila con la mirada baja.

Ramón pensó un momento y le dijo:

"¿Y si hacemos algo divertido para mostrar quién sos de verdad? A veces la ropa no dice quiénes somos, sino lo que llevamos dentro."

Lila sonrió un poco.

"¿Qué tienes en mente?" - la curiosidad comenzó a llenar su corazón.

Ramón propuso hacer un mural en el patio de la escuela.

"¡Vamos a pintar algo bonito! La gente necesita ver el verdadero color de nuestra amistad y alegría, por dentro y por fuera!"

Ambos amigos se pusieron manos a la obra. Invitaron a otros compañeros a participar.

"¡Vengan! Vamos a hacer un mural gigante que represente a todos!

FIN.

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