El Color de las Emociones
En una pequeña escuela de un barrio argentino, los niños de segundo grado comenzaban su día con mucha expectativa. La maestra Carolina, conocida por su alegría y creatividad, había preparado algo especial para ellos. "Hoy vamos a hablar sobre las emociones", anunció con una sonrisa.
"¿Emociones?", preguntó Joaquín, con cara de curiosidad. "¿Eso se come?"
"No, Joaquín, pero se pueden sentir y expresar de muchas formas", contestó la maestra, mientras sacaba de su mochila un enorme lienzo en blanco y varios frascos de pintura de colores.
Los niños miraban con los ojos bien abiertos. "Vamos a pintar nuestras emociones. Cada uno elegirá un color que represente cómo se siente hoy", dijo Carolina.
Así comenzó la actividad. Los niños se concentraron, cada uno sumergido en sus pensamientos. Clara eligió el azul. "Yo me siento tranquila como el mar", explicó. Mientras que Mateo, alzando su frasco rojo, dijo: "Yo estoy enojado porque no me dejé jugar con el balón".
Pasaron los minutos y, cuando las pinturas comenzaron a secarse, dos nuevos amigos se acercaron a Carolina. Eran Julián y Valentina, que se veían desconcertados.
"Maestra, yo no sé qué color elegir", dijo Julián. "Hoy estoy confundido".
"Yo también, maestra", agregó Valentina, con un susurro. "Me siento rara".
Carolina sonrió y se agachó para mirarles a los ojos. "Está bien sentirte así. Las emociones son un arcoíris y todas están bien. Vamos a explorar juntos. ¿Qué te hace sentir confundido, Julián?"
Julián pensó un momento y dijo: "No sé si debo hacer la tarea o jugar".
"Entiendo. A veces es difícil decidir. ¿Y tú, Valentina?"
"Un compañerito me dijo que no le gustaba mi dibujo; me quedé triste", explicó Valentina.
"Pero tu dibujo es hermoso, ¿no?", dijo Carolina.
Valentina sonrió levemente. "Sí, creo que sí...".
"Entonces, ¿qué tal si pintamos juntos y hacemos algo nuevo?", sugirió Carolina, guiándolos hacia una mesa.
Los tres se sentaron a trabajar en un nuevo lienzo. Julián pintó un sol amarillo que brillaba, Valentina eligió un arcoíris, y juntos hicieron un hermoso paisaje lleno de colores vibrantes y sonrisas. Al terminar, Julián se sintió orgulloso. "¡Lo logramos!"
Justo en ese momento, sonó el timbre del recreo. Los niños salieron corriendo al patio, compartiendo sus pinturas y hablando sobre lo que habían aprendido sobre sus emociones. En el juego, el balón rodaba entre risas y juegos, pero en un momento, Joaquín lo estiró demasiado y terminó con un golpe accidental.
"¡Ay, no!" gritó Joaquín mientras caía al suelo. Todos se acercaron corriendo.
"¿Estás bien?", preguntó Valentina, llena de preocupación.
"Me duele", dijo Joaquín con lágrimas en los ojos.
Carolina se acercó y le dijo: "Joaquín, es normal sentir dolor, vamos a respirar juntos. Respira hondo y cuenta hasta tres">.
Joaquín hizo lo que la maestra le sugirió. Al finalizar, sintió que, aunque le dolía, el apoyo de sus amigos lo ayudaba a sobrellevarlo.
"Gracias, eso fue útil. Ahora sé que no estoy solo", dijo Joaquín, con una sonrisa que hacía tiempo no veía.
El día continuó con más aventuras, y al final, Carolina les pidió que hablaran sobre las emociones que habían sentido y las actividades que habían realizado. "Aprender a gestionar nuestras emociones es importante, y no siempre será fácil", dijo la maestra al despedirse.
Los niños, ya en casa, contaron a sus familias cómo habían pintado sus sentimientos, desde la tristeza hasta la alegría, lo que les había ayudado a sentirse mejor.
Así, en esa pequeña escuela, cada uno de ellos aprendió que las emociones existen para ser sentidas y expresadas. Y que, juntos, siempre es mejor enfrentar cualquier reto.
Finalmente, el sol se puso y un nuevo día traía nuevas emociones por descubrir.
FIN.