El Color de los Sueños
Había una vez, en un pequeño pueblo llamado Coloreando, una niña llamada Sofía. Ella soñaba con convertirse en una gran artista. Pero había un problema: temía que a los demás no les gustara su arte. Un día, decidió inscribirse en una escuela de arte que abría en el centro del pueblo.
Cuando llegó el primer día, su corazón latía rápido. La entrada a la escuela estaba adornada con hermosos murales que brillaban bajo el sol. "Quizás esto es un lugar donde podré aprender a ser valiente", pensó Sofía. Finalmente, se armó de valor y cruzó la puerta.
"¡Hola! Soy la profesora Lila y hoy comenzaremos nuestro viaje artístico", dijo una mujer de cabello rizado y sonrisa contagiosa. Sofía sintió un poco de tranquilidad al ver a los demás niños, aunque aún sentía un nudo en el estómago.
Se sentaron en círculos y cada uno presentó su dibujo. Cuando fue el turno de Sofía, se puso nerviosa. Su dibujo mostraba un mundo lleno de color, con árboles morados y cielos naranjas.
"¿Por qué hiciste los árboles morados?" preguntó Juan, un chico de su clase que parecía no entender.
"Porque... los árboles pueden ser de cualquier color si así lo imaginamos", respondió ella nerviosa.
La profesora Lila, al notar la incomodidad, intervino:
"Exacto, Sofía. El arte no tiene límites. Como muchas veces lo dicen los grandes artistas: la imaginación se puede libremente expresar en el lienzo. ¡Bravo!"
Después de ese primer día, Sofía empezó a llenarse de valor para experimentar. Sin embargo, surgió un ciclo de desafíos. Durante las siguientes semanas, uno de sus compañeros, un niño llamado Lucas, empezó a burlarse de algunos de los dibujos, incluyendo los de Sofía.
"Tus colores son raros, Sofía. Nadie pinta así!" le dijo un día.
"Pero son mis colores y yo los elijo", respondió Sofía, tratando de no dejar que la burla le afectara.
"No te dejes llevar por lo que dicen los demás, Sofía. La belleza del arte es que es personal y único", le aconsejó su mejor amiga, Ana, a la salida de la clase.
Pasaron los días y Sofía empezó a crear más. Un día, la profesora anunció que habría una exposición con los trabajos de todos los alumnos.
"Ahora, cada uno de ustedes mostrará su arte a la comunidad. ¡Quiero que se sientan orgullosos de sus creaciones!" dijo emocionada la profesora Lila.
Sofía sintió un terremoto en su estómago. Sabía que tenía que presentar su obra, pero el miedo la invadía. Sin embargo, sus amigos la animaron:
"¡Vas a hacerlo genial, Sofía!" dijo Ana.
"Recordá que tu arte es especial, y quien no lo vea así, se lo pierde" añadió Juan con una sonrisa.
Finalmente llegó el día de la exposición. Sofía estaba nerviosa, pero decidió usar todos los colores de su paleta para hacer algo grande y llamativo.
Cuando llegó su turno de presentar, se aclaró la voz e hizo un ademán hacia su obra.
"Este es mi mundo, lleno de sueños y colores. Aunque algunos piensen que es raro, para mí es el lugar donde puedo ser feliz" dijo.
El público se quedó en silencio al principio. Pero poco a poco, comenzaron a aplaudir y algunos niños incluso se acercaron a tocar los colores de su pintura.
"¡Es hermoso!" exclamó una niña.
" ¡Deberías enseñarnos a todos a pintar así!" agregó otro.
Sofía sintió que su corazón se llenaba de alegría. En ese momento, entendió que el arte era un medio de comunicación que va más allá de los colores y formas, era una expresión de su propio ser.
Al final de la exposición, la profesora Lila se le acercó:
"Estoy muy orgullosa, Sofía. Has crecido tanto. No dejes que nadie nunca te diga que tus sueños no son valiosos".
Desde aquel día, Sofía fue conocida en Coloreando como la artista que pintaba con el corazón y con el coraje de un verdadero creador. Su arte no solo la ayudó a crecer, sino que también inspiró a otros a atreverse a seguir sus sueños.
Y así, Sofía aprendió que el arte puede transformar miedos en valentía, y que la verdadera belleza se encuentra en la autenticidad de uno mismo.
Y, desde aquel día, su mundo se llenó de colores que nunca imaginó que pudiera crear.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.