El Color del Coraje
Había una vez en un pequeño barrio de Buenos Aires, una chica llamada Sofía. Con su cabello rizado y su sonrisa tímida, todas las mañanas se preparaba para ir al colegio, sintiendo un nudo en el estómago. Sus padres, muy estrictos, siempre le decían que debía sacar buenas notas y ser la mejor en todo.
Un día, mientras esperaba el colectivo, Sofía se encontró con su vecina, Lucía, quien era una chica aventurera y llena de entusiasmo.
"Hola, Sofía. ¿A dónde vas?" - preguntó Lucía, moviendo su cabello al viento.
"Voy a la escuela..." - respondió Sofía, bajando la mirada.
"¿Te gustaría venir a jugar un rato después? ¡Tengo un nuevo juego de mesa!" - sugirió Lucía con una sonrisa amplia.
Sofía dudó. Sabía que sus padres no estarían contentos si no hacía sus tareas. Pero al mismo tiempo, el deseo de pasar tiempo con Lucía la invadía. La idea de divertirse parecía tan tentadora. Después de un momento de tensión, decidió arriesgarse un poco.
"Sí, me gustaría... pero a lo mejor me regañan..." - dijo Sofía con una pequeña voz.
"No te preocupes. A veces necesitamos un descanso. ¡Ven a jugar solo por un rato!" - insistió Lucía.
Finalmente, Sofía fue a su casa después del colegio, completó sus tareas rápidamente y se escabulló a la casa de Lucía. Mientras jugaban, rieron, crearon nuevos mundos y se olvidaron de las preocupaciones. Sin embargo, cuando regresó a casa, sintió esos nervios en el pecho nuevamente.
Sus padres la esperaban en la mesa.
"¿Dónde estabas?" - preguntó su madre, con mirada seria.
"Fui a estudiar a casa de Lucía..." - dijo Sofía, sintiendo un levantamiento de su voz, como si quisiera que su madre la entendiera.
"¿Cuándo vas a dejar de jugar? El estudio es lo más importante, Sofía" - exclamó su padre, con tono firme.
Esa noche, Sofía no pudo dormir. Se dio cuenta de que su vida se estaba llenando de miedo y estrés debido a las altas expectativas. ¿Y si no lograba ser la mejor? Sintió tristeza y desesperación. Sin embargo, decidió que al día siguiente, hablaría con Lucía.
Cuando se vieron al día siguiente, Sofía le confió su angustia.
"A veces siento que no puedo más. Mis padres quieren que sea perfecta, pero me da miedo fallar..." - confesó.
Lucía pensó un momento.
"¿Sabés qué, Sofía? No tienes que ser perfecta. Todos tenemos miedo a zambullirnos a veces, pero lo importante es intentarlo. Solo tienes que ser vos misma" - dijo Lucía, llevándose el dedo a la frente como si estuviera iluminando una idea.
Esa conversación hizo que Sofía reflexionara. La próxima vez que tenía que presentar un trabajo en clase, decidió prepararse a su manera, sin obsesionarse tanto. Cuando llegó el día de la presentación, sus piernas temblaban un poco, pero recordó las palabras de Lucía.
Y cuando terminó, su clase estalló en aplausos.
"¡Bravo, Sofía!" - gritó Lucía desde el fondo del aula.
A partir de allí, Sofía comenzó a equilibrar las cosas. Hizo un dibujo que llamaba "El Color del Coraje", donde pintaba a todos, incluyendo a sus padres, en colores brillantes, simbolizando que también eran parte de lo que la hacía ser quien era. Con el tiempo, sus padres comenzaron a ver el cambio en Sofía. La vieron feliz, aventurera y valiente, y decidieron hablar sobre su estrés y sus deseos.
Entonces un día, mientras estaban todos juntos en una tarde de juegos de mesa, Sofía se armó de valor y les dijo:
"Papá, Mamá, quiero compartir con ustedes que no necesito ser la mejor en todo. Solo quiero disfrutar lo que hago y aprender a mi manera."
Sus padres se miraron, y después de un momento de silencio, su papa dijo:
"Entendemos, hija. Te amamos tal como sos."
El corazón de Sofía se llenó de alivio y alegría. A partir de ahí, aprendieron juntos sobre la importancia de la diversión, la amistad y el valor de ser uno mismo.
Y así, la vida de Sofía se llenó de colores, transformando los días de ansiedad en risas, y creando un hermoso vínculo con sus padres y su amiga Lucía, donde cada uno aprendía que siempre había espacio para ser más que perfecto; había espacio para ser feliz.
FIN.