El Color del Mundo
Había una vez un mundo donde todos los colores vivían en armonía. El sol brillaba amarillo, los árboles eran verdes, y las flores del campo lucían rojas, azules y violetas. Pero, en un rincón del mundo, había un pequeño pueblo que solo conocía el color negro. La gente del pueblo, llamada Negrolandia, pensaba que no había nada más que el negro.
Un día, una curiosa niña llamada Lía, decidió aventurarse más allá de las colinas que rodeaban su pueblo. Lía había escuchado historias sobre los colores del mundo, pero nunca había tenido la oportunidad de verlos. Estaba lista para descubrir la magia que se escondía en la diversidad.
"¿Qué pasaría si encontrara otros colores?", se preguntó.
Así que, con una mochila llena de sueños, Lía emprendió su caminata. Al llegar a la cima de una colina, se encontró con un campo lleno de flores de todos los colores imaginables.
"¡Wow!", exclamó Lía.
"¡Hola!", dijo una flor amarilla.
"¿Eres de Negrolandia?".
"Sí. Nunca había visto algo así. ¿Qué es el color amarillo?", preguntó Lía.
"El amarillo es el color del sol, es alegría y risas. Ven, únete a nosotros!".
Lía sonrió y comenzó a bailar entre las flores. Pronto, conoció a una flor roja, otra azul y una violeta. Todas le contaron sobre sus colores y lo que representaban. Lía estaba tan emocionada que no podía esperar a compartirlo con su gente.
Al regresar a Negrolandia, Lía encontró a sus amigos en la plaza del pueblo.
"¡Chicos, chicos! ¡Hay un mundo lleno de colores!", les gritó.
"¿Colores? ¿Qué es eso?", preguntó un amigo llamado Tomás.
"Es magia, alegría, felicidad. ¡Podemos aprender de ellos!", respondió Lía, entusiasmada.
Pero los habitantes de Negrolandia eran escépticos y no querían salir de su zona de confort. Lía decidió organizar un gran festival, donde todos pudieran experimentar lo que había descubierto.
Con mucho esfuerzo, Lía trajo pinturas, telas de colores y globos. Ese día, el pueblo se vistió de colores.
"Miren, esto es lo que vi", decía mientras mostraba las flores.
"Pero, Lía, el negro es más fácil, es lo que conocemos", dijo Tomás.
"Sí, pero el color no solo representa lo que vemos. También representa lo que sentimos y lo que podemos ser", respondió Lía.
A medida que el festival avanzaba, más y más personas comenzaron a probar los colores. Las risas y los susurros llenaron el aire. Al final del día, Negrolandia fue un espectáculo de colores.
"Miren, esto es hermoso!", exclamó una señora mientras pintaba su puerta de azul.
"¡Nunca había sentido tanta alegría!", dijo un niño mientras hacía un dibujo.
Al día siguiente, Lía se levantó con una idea.
"¿Por qué no traemos un poco de color a nuestras vidas cada día?", propuso.
Los habitantes de Negrolandia aceptaron con entusiasmo y decidieron tener un día de color cada semana. Así fue como Negrolandia pasó de ser un lugar solo negro, a convertirse en un pueblo lleno de colores y sonrisas.
Con el tiempo, la gente comenzó a abrirse a nuevas ideas, a compartir sus sueños y a celebrar la diversidad.
Lía, la niña curiosa, fue aclamada como la heroína del pueblo, no solo por haber traído los colores, sino también por haber enseñado a todos que es fundamental salir de la zona de confort y explorar el mundo que nos rodea.
Y así, en el colorido Negrolandia, la gente aprendió que cada color cuenta una historia y que juntos, crean una hermosa historia sobre la amistad, el respeto y la alegría.
Fin.
FIN.