El Colorín y Sus Hermanitas
Había una vez en un barrio lleno de color y alegría, una familia compuesta por cinco integrantes: un niño colorín llamado Nico, y sus dos adorables hermanitas, Luli y Sofi. Luli tenía seis años y era muy curiosa, mientras que Sofi, la más pequeña, apenas tenía cuatro y siempre seguía a su hermana. Juntos, formaban un equipo fantástico.
Un día, mientras jugaban en su patio, Sofi se dio cuenta de que había algo raro en el árbol de manzanas que tenían en su casa. Las flores estaban marchitas y las pocas manzanas que habían crecido parecían tristes.
"Mirá, Nico, las manzanas están llorando!" dijo Sofi con su inocencia infantil.
"No están llorando, Sofi. Están marchitas. Necesitamos cuidarlas", contestó Nico con su voz firme de hermano mayor.
Así, decidieron preguntarle a sus papás qué pasaba con el árbol. Su madre, que siempre les enseñaba sobre el cuidado de la naturaleza, les explicó:
"Las plantas necesitan agua y cariño, chicos. Si queremos comer manzanas ricas, debemos regarlas y cuidar de ellas todos los días."
Motivados por esta charla, los tres hermanos hicieron un compromiso. Sin embargo, después de algunas semanas, Luli comenzó a distraerse con otros juegos y Sofi se impacientaba.
"¡No quiero regar el árbol hoy! Quiero jugar a las muñecas con vos, Luli!" protestó Sofi.
"Pero, Sofi, si no cuidamos el árbol, no tendremos manzanas!" respondió Luli.
"Ella tiene razón, chicas. Necesitamos ser responsables y trabajar en equipo", se agregó Nico.
Las pequeñas entendieron que si querían disfrutar de las manzanas, debían hacer un esfuerzo. Así que, decidieron establecer un plan para cuidar del árbol juntos, alternando días de riego y abono. Así, cada día era una nueva aventura, donde a veces se salpicaban de agua, pero siempre se reían y se ayudaban entre sí.
Un día, mientras regaban el árbol, se dieron cuenta de que un pajarito había hecho un nido entre las ramas.
"¡Mirá! Un pajarito!" gritó Sofi emocionada.
"Eso significa que el árbol está sano, porque atrae a los animales", dijo Luli, llena de orgullo.
"¡Y nosotros lo cuidamos!" añadió Nico, feliz de ver cómo su esfuerzo había dado resultado.
Pasaron los días y el árbol comenzó a florecer. Al final del verano, el árbol se llenó de manzanas hermosas y jugosas. La mamá de los chicos, viendo su esfuerzo y dedicación, decidió hacer una gran merienda para celebrar.
"Hijos, hicieron un trabajo increíble cuidando del árbol. Gracias a ustedes, tenemos muchas manzanas. Haré un pastel para compartirlo con la familia!"
"¡Sí! ¡Vamos a invitar a los vecinos!" sugirió Luli, llena de entusiasmo.
"Y también a los abuelos!" agregó Sofi, saltando de alegría.
Esa tarde, la casa se llenó de risas, juegos y, sobre todo, gratitud. Nico, Luli y Sofi comprendieron que el esfuerzo de cuidar del árbol había fortalecido su vínculo como hermanos.
Al final del día, mientras todos comían el delicioso pastel de manzana, la mamá les dijo:
"Chicos, más allá de las manzanas, han aprendido algo muy importante. Cuando trabajamos juntos y nos cuidamos mutuamente, somos más fuertes como familia. Gran trabajo!"
Y así, con un dulce sabor a manzana y el corazón lleno de amor, los hermanos supieron que siempre podían contar unos con otros. A partir de ese día, se comprometieron a ser siempre un equipo, cuidarse, respetar a sus papás y disfrutar de cada momento juntos. ¡Y así, vivieron felices y unidos siempre!
Fin.
FIN.