El concierto de las figuras musicales



Érase una vez en el maravilloso mundo de la música, donde las figuras musicales cobraban vida y recorrían los pentagramas con alegría y armonía.

Había notas alegres como la redonda Do, siempre radiante y optimista, y otras más traviesas como la corchea Sol, que nunca paraba quieta. Un día, las figuras musicales se preparaban para dar un gran concierto en el Teatro Melodía. Estaban emocionadas y ensayaban sin descanso bajo la dirección del maestro Compás.

Pero algo inesperado sucedió: los silencios decidieron boicotear el concierto. Los silencios eran figuras misteriosas y enigmáticas que rara vez se dejaban ver en público.

Vivían escondidos en las sombras del pentagrama, sintiéndose ignorados y poco valorados por las demás figuras musicales. Así que idearon un plan para llamar la atención: sabotear el concierto con sus travesuras. La noche del gran evento, cuando las figuras musicales subieron al escenario, los silencios comenzaron a hacer de las suyas.

Hicieron desafinarse a los instrumentos, cambiaron las partituras de lugar y hasta lograron que el maestro Compás se tropezara en pleno acto. -¡Qué está pasando aquí! -exclamó la redonda Do desconcertada.

-¡Son los silencios! ¡Están arruinando nuestro concierto! -gritó la corchea Sol, tratando de controlar el caos. Pero justo cuando parecía que todo estaba perdido, apareció Silvia Silencio, la figura más grande y respetada entre los silencios.

Con voz serena les dijo:-Comprendo que se sientan invisibles e incomprendidos, pero no es así como deben llamar la atención. La verdadera belleza de la música radica en saber cuándo entrar en escena y cuándo guardar silencio. Los demás silencios reflexionaron sobre sus acciones y decidieron poner fin a su sabotaje.

Se disculparon con las figuras musicales y prometieron aprender a apreciar su papel único en cada melodía. El concierto pudo continuar finalmente con armonía y sin más interrupciones.

Las figuras musicales brillaron en el escenario mientras los silencios acompañaban con su presencia sutil pero imprescindible. Desde ese día, todos aprendieron a valorar tanto a las figuras musicales como a los silencios, comprendiendo que juntos formaban parte de una misma obra musical donde cada uno tenía un papel fundamental.

Y así, en el Teatro Melodía resonó por siempre la melodiosa lección de cómo trabajar juntos en armonía para crear belleza a través de la música.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!