El Concierto de los Fantasmas



En un pequeño pueblo, donde el sol brillaba y la música siempre sonaba, vivía un niño llamado Lucas. Lucas amaba la música, especialmente el rock and roll de su mamá buena, que siempre lo hacía bailar. Sin embargo, había algo extraño en el viejo castillo que se alzaba en la colina. Se decía que estaba habitado por diez fantasmas malos que asustaban a toda la gente del pueblo. Pero también había dos fantasmas buenos que intentaban ayudar.

Una tarde, mientras Lucas jugaba en el parque con su amigo Tomás, escucharon un ruido extraño que venía del castillo.

"¿Escuchaste eso?" - dijo Lucas, con un brillo de curiosidad en los ojos.

"Sí, parece que hay una fiesta de fantasmas" - respondió Tomás.

Decididos a descubrir la verdad, los dos amigos se aventuraron hacia el castillo. Al llegar, vieron a los diez fantasmas malos intentando asustar a unos abuelos que pasaban por allí.

"¡Buuu! ¡Fuera de aquí!" - gritó uno de ellos, con una risa malvada.

Pero los abuelos, en vez de tener miedo, comenzaron a bailar al ritmo de la música de rock and roll que sonaba desde lo alto del castillo. La mamá buena de Lucas había dejado una guitarra mágica en el lugar, y quien la tocara podía atraer no sólo la música, sino también a buenas vibras.

Los dos fantasmas buenos, que se llamaban Gabriel y Estrella, se unieron a la fiesta e intentaron calmar a los fantasmas malos.

"¡Chicos, no asusten! ¡Bailen! ¡La música es para todos!" - animó Gabriel.

"Sí, la diversión es mucho más entretenida que el miedo" - añadió Estrella, mientras hacía una pirueta en el aire.

Los fantasmas malos, confundidos, comenzaron a mirar a los abuelos y a Lucas bailar. Al principio, ni se movieron. Pero luego, uno de ellos, llamado Gregorio, se acercó y preguntó:

"¿Por qué están tan felices?" -

"Porque la música nos une y nos alegra el corazón" - respondió Lucas, sonriendo. "¿No quieren unirse a nosotros?" -

Esa pregunta hizo que los fantasmas malos se miraran entre sí. Después de un rato, Gregorio dio un paso al frente.

"Tal vez... podríamos intentarlo" - dijo con un tono tímido.

Entonces, Lucas subió al escenario improvisado que habían hecho con viejas cajas y comenzó a tocar la guitarra.

"¡Vengan, bailen con nosotros!" - los invitó.

Uno a uno, los fantasmas malos comenzaron a moverse, y pronto toda la colina comenzó a vibrar con la energía y la música del rock and roll. Los abuelos reían y bailaban, y incluso los papás buenos y malos del pueblo, que habían venido a ver qué pasaba, se unieron a la fiesta.

El ambiente fue cambiando. Ya no había miedo; solo diversión y amistad.

De repente, la mamá mala de Lucas apareció, lista para llevarse a su hijo, pero al escuchar la música y ver la fiesta, no pudo evitar sonreír.

"¿Qué es todo esto?" - preguntó, sorprendida.

"Es un nuevo comienzo, mamá. ¡Los fantasmas también pueden ser amigos!" - respondió Lucas.

Al final, el castillo, que había sido un lugar temido, se convirtió en la sala de baile más divertida del pueblo. Los fantasmas, al principio temidos, ahora eran parte de la comunidad, y todos aprendieron que la música puede unir a las personas, sin importar quiénes sean.

Desde ese día, los sábados, el castillo era el lugar de encuentro para bailar rock and roll, y Lucas, junto con Gabriel y Estrella, dirigían las fiestas. Los fantasmas, ya no malos, se convirtieron en los mejores amigos de toda la comunidad y aprendieron que juntos podían hacer magia.

Y así, el niño, los fantasmas, los abuelos y todos los papás y mamás descubrieron que la verdadera alegría viene de compartir, y que la música es el lenguaje que todos entienden.

FIN.

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