El concurso de las bananas solidarias


Había una vez un pequeño pueblito en el paraíso de Ceilán, donde vivía un simpático vendedor de bananas llamado Kamban.

Todos los días, Kamban se levantaba temprano y cargaba su carrito con las más deliciosas bananas que cultivaba en su huerto. Kamban era conocido por ser muy amable y generoso. Siempre regalaba una banana a cada niño que pasaba por su puesto, haciendo sonreír a todos con su actitud bondadosa.

Sin embargo, había algo que entristecía a Kamban: no podía vender todas sus bananas antes de que se pusieran demasiado maduras. Un día, mientras caminaba por el pueblo con su carrito lleno de bananas, Kamban tuvo una idea brillante.

Se acercó al parque donde los niños solían jugar y gritó: "¡Atención, atención! ¡El gran Concurso de la Banana Dorada ha llegado al pueblo!"Los niños corrieron hacia él emocionados y le preguntaron qué debían hacer para ganar el premio.

Kamban les explicó que debían encontrar la banana dorada escondida entre todas las demás y quien la encontrara primero ganaría un año entero de bananas gratis. Los niños comenzaron a buscar frenéticamente en medio de risas y alegría.

Pero lo que ellos no sabían era que no existía tal banana dorada. Kamban había inventado todo como una forma de compartir sus excedentes sin desperdiciarlos.

Después de unos minutos buscando sin éxito, uno de los niños llamado Tomás se acercó a Kamban con lágrimas en los ojos. "-No puedo encontrar la banana dorada, Kamban. ¿Significa que no podré ganar?". Kamban se arrodilló frente a Tomás y le dijo con una sonrisa: "-Mi querido amigo, en realidad no hay ninguna banana dorada escondida.

Solo inventé este concurso para compartir mis bananas contigo y todos los niños del pueblo. No quiero que nadie se sienta triste o excluido". Tomás miró a Kamban con asombro y luego lo abrazó fuertemente.

"-Eres el vendedor de bananas más generoso y bondadoso del mundo, Kamban", exclamó emocionado. A partir de ese día, todos los niños del pueblo comenzaron a ayudar a Kamban vendiendo sus bananas antes de que se pusieran maduras.

Organizaron puestos en diferentes lugares y trabajaron juntos como un equipo para asegurarse de que todas las bananas encontraran un hogar feliz.

La noticia sobre la amabilidad de Kamban se extendió rápidamente por todo el pueblo y pronto llegaron visitantes de otras ciudades solo para conocer al vendedor de bananas generoso. Incluso algunos periodistas vinieron a hacerle entrevistas. Kamban se sentía muy orgulloso al ver cómo su pequeña idea había unido al pueblo entero.

Decidió usar parte de sus ganancias para construir una escuela donde los niños pudieran aprender nuevas habilidades mientras disfrutaban de sus exquisitas bananas.

Y así, gracias a la bondad y generosidad de Kamban, el pequeño pueblito del paraíso de Ceilán se convirtió en un lugar aún más hermoso donde reinaba la amistad y la solidaridad entre todos sus habitantes.

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