El Concurso de las Ideas Brillantes



Había una vez un niño llamado Lucas, que vivía en un pequeño pueblo lleno de colores y risas. Lucas era un niño simpático y amigo de todos, pero había algo que lo preocupaba: sentía que no tenía creatividad. Mientras sus compañeros hacían hermosos dibujos y contaban historias increíbles, él apenas podía imaginar una aventura.

Un día, la escuela anunció un concurso de creatividad. El ganador recibiría un premio especial: ¡una noche de camping en el bosque! Lucas se emocionó, pero al mismo tiempo, sintió un nudo en el estómago.

"¿Por qué no puedo pensar en algo genial como los demás?", se preguntaba.

Con determinación, Lucas decidió esforzarse para participar. Se sentó en su escritorio y comenzó a escribir.

"Voy a pensar en una idea increíble", se decía mientras miraba por la ventana.

Pasó la tarde redactando, pero las palabras no venían. Se frustró tanto que decidió salir a jugar con sus amigos.

"¡Chicos! Alguno de ustedes tiene una idea brillante para el concurso!", les preguntó.

"Yo voy a hacer una historia sobre un dragón que quiere ser bailarín", dijo Elena, entusiasmada.

"Y yo un invento que hace que los zapatos canten", agregó Tomás.

Escuchando las ideas de sus amigos, Lucas se sintió aún más desesperado.

"No puedo competir con eso…", murmuró.

Desanimado, caminó por el parque pensando en su falta de creatividad. Fue entonces cuando se encontró con un anciano que pintaba un hermoso mural en la pared de un viejo edificio. El anciano se dio cuenta de la tristeza de Lucas.

"¿Qué te pasa, muchacho?", le preguntó el anciano con una sonrisa.

"Quiero participar en el concurso de creatividad, pero no tengo ideas. Todo me parece aburrido", confesó Lucas.

El anciano se rió suavemente.

"¿Sabés? La creatividad no siempre es tener una idea brillante. A veces, se trata de ver las cosas desde otra perspectiva. ¿Por qué no tratás de observar a tu alrededor?"

"¿Observar?", repitió Lucas, intrigado.

El anciano le gesticuló que se acercara a él y le pidió que le ayudara a pintar. Lucas tomó un pincel y comenzó a probar colores.

"Mirá, cada color cuenta una historia. Todos tenemos una historia que contar, si solo nos tomamos un momento para ver el mundo con otros ojos", le explicó el anciano.

Las palabras del anciano resonaron en la cabeza de Lucas. Se despidió y se fue a casa, decidido a observar el mundo. Al día siguiente caminó con atención. Vio a un grupo de niños volando cometas, los colores danzando en el cielo. Pensó en cómo cada cometa era diferente, pero todos volaban felices. Luego, escuchó a un músico tocando su guitarra y notó cómo sus melodías hacían que las personas sonrieran.

Con cada rincón que exploraba, Lucas comenzó a anotar lo que trataba de expresar: la alegría de los niños, la música en la plaza, y hasta la forma en que los gatos se estiraban al sol.

"¡Esto es!", exclamó.

Finalmente, decidió escribir una historia sobre un niño que, al igual que él, no podía encontrar su creatividad. En su relato, el niño descubría que todo en el mundo tiene algo mágico y especial.

Una vez que presentó su historia, el día del concurso llegó. Lucas subió al escenario, sintiendo un nudo en el estómago.

"Estoy un poco nervioso, pero quiero contarles sobre un niño que aprendió a ver la belleza en las pequeñas cosas", empezó Lucas, con la voz temblorosa. A medida que contaba su historia, sus manos se movían con emoción, y cada palabra parecía cobrar vida.

"El niño se dio cuenta de que la creatividad no viene solo de la mente, sino que también se siente en el corazón, navegando entre las cosas sencillas de la vida", terminó.

Hubo un silencio en la sala mientras todos escuchaban atentamente. Cuando terminó, los aplausos retumbaron. Todos querían saber más sobre la historia del niño. Lucas sonrió, sintiéndose orgulloso. No solo había encontrado su voz, sino que también había inspirado a todos a mirar a su alrededor.

Al final del concurso, aunque no ganó el primer premio, recibió un reconocimiento especial por su originalidad. Al salir del teatro, el anciano lo esperaba.

"¿Ves? Solo necesitabas ver el mundo de otra manera", le dijo con una sonrisa.

Desde ese día, Lucas nunca dejó de crear. Aprendió que la creatividad está en todos nosotros, solo debemos abrir los ojos y el corazón. El concurso no solo le dio la oportunidad de expresarse, sino que también le enseñó a valorar cada experiencia cotidiana como una chispa de inspiración. Y así, el niño que una vez pensó que no era creativo, se convirtió en un narrador de historias llenas de magia y luz.

Y colorín colorado, esta historia se ha acabado.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!