El Concurso de las Normas Perdidas
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Tecnotierra, donde los chicos y chicas disfrutaban enormemente de sus clases de computación en la escuela. Cada semana, se reunían en el laboratorio de computación, un lugar lleno de computadoras, teclado y pantallas que brillaban como estrellas. Pero un día, algo extraordinario ocurrió.
La profe Ana, una docente simpática y apasionada por la tecnología, entró al aula con una expresión preocupada.
"Chicos, hoy tengo una noticia muy importante. Estamos a punto de participar en el Concurso Nacional de Programación y necesitamos hacer todo lo posible para ganarlo. Pero hay un problemita..." - dijo la profe Ana, mirando el tablero lleno de normas del laboratorio.
"¿Qué pasa con las normas?" - preguntó Lucho, un chico curioso y entusiasta por la computación.
"Parece que nuestras normas de seguridad y conducta se han desvanecido, y sin ellas no podemos participar. Necesitamos recuperarlas antes de que el concurso comience" - respondió la profe.
Todos los chicos se miraron entre sí, llenos de emoción, y decidieron que debían encontrar esas normas perdidas. Lucho, junto a sus amigos Sofía, que siempre tenía ideas brillantes, y Tomás, que era un experto en búsqueda en internet, se dispusieron a desenterrar los secretos de la antigua Normoteca, un lugar legendario donde se decía que se guardaban todas las normas de conducta del laboratorio.
Cruzaron el patio de la escuela y comenzaron a investigar en la Normoteca.
"¿Cómo se verán las normas?" - preguntó Sofía mientras inspeccionaba los estantes llenos de libros y papeles.
"Quizás estén escondidas en algún rincón, ¡vamos a buscar!" - agregó Tomás, quien no podía contener su entusiasmo.
Mientras buscaban, se toparon con un libro polvoriento que decía: 'Las Normas de la Amistad Digital'. De pronto, una luz brillante emergió del libro y dos personajes mágicos, la Señora Seguridad y el Señor Respeto, aparecieron ante ellos.
"Hola chicos, hemos estado perdidos por mucho tiempo. La clave para las normas está en su sabiduría" - dijo la Señora Seguridad con voz melodiosa.
"Si quieren recuperar las normas, tendrán que enfrentarse a tres desafíos de computación. Solo así podrán entender su importancia" - añadió el Señor Respeto, mientras se acomodaba unas gafas.
Los chicos, sin dudarlo, aceptaron el reto. El primer desafío consistía en crear un programa básico que no solo funcionara, sino que fuera amigable y respetara la privacidad de los datos de todos.
"Puedo hacerlo, ¡no se preocupen!" - exclamó Lucho, mientras comenzaba a teclear rápidamente.
Después de un tiempo, el programa estaba listo y los personajes mágicos sonrieron.
"Bien hecho, pero todavía tienen dos desafíos más" - dijo la Señora Seguridad.
El segundo reto era encontrar un error en un código complicado, y así practicar la resolución de problemas. Tomás se concentró intensamente, y con su ayuda, pronto lograron corregir el error.
"¡Lo logramos!" - gritó Tomás, lleno de alegría.
"¡Solo queda un desafío!" - recordó Sofía, emocionada por lo que vendría.
El último desafío era crear una presentación que demostrara cómo las normas de seguridad son fundamentales en el uso de la tecnología. Juntos, se sentaron a pensar en ideas.
"Podemos hacer un video con ejemplos usando dibujos animados" - propuso Sofía, y todos estuvieron de acuerdo.
Después de horas de planificación y creación, lograron hacer un video espectacular que incluía todas las normas necesarias para un uso seguro y respetuoso del laboratorio de computación.
Cuando terminaron, la Señora Seguridad y el Señor Respeto aplaudieron efusivamente.
"Han demostrado que han entendido la importancia de las normas. Ahora, aquí están las normas de seguridad y conducta del laboratorio, escritas con su propia creatividad" - dijo el Señor Respeto, dándoles un brillante pergamino con las normas.
Los chicos regresaron al aula, donde la profe Ana les esperó con una gran sonrisa.
"¡Lo lograron! Están listos para el concurso" - exclamó, y todos celebraron con un fuerte aplauso.
El día del concurso llegó y gracias a su esfuerzo y dedicación, el grupo de Lucho, Sofía y Tomás se convirtió en el ganador, no solo porque programaron con excelencia, sino porque comprendieron lo valiosas que eran detrás de cada código las normas que mantendrían seguros y respetuosos a todos en el laboratorio.
Desde ese día, las normas jamás volvieron a olvidarse, y cada semana, aquellos chicos recordaban a todos sus amigos la importancia de ser responsables en el uso de la tecnología. Y así, en Tecnotierra, la alegría y el respeto reinaban en el laboratorio de computación.
Fin.
FIN.