El concurso de risas
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Risueña, vivía una niña llamada Lola. Lola era una niña muy alegre y siempre estaba buscando nuevas aventuras para divertirse.
Un día, mientras paseaba por el parque del pueblo, Lola encontró un libro mágico abandonado en un banco. Sin pensarlo dos veces, lo tomó entre sus manos y empezó a leerlo. De repente, el libro comenzó a brillar y de él salió volando una pequeña hada llamada Chispa.
- ¡Hola! Soy Chispa, la hada de la risa -dijo con entusiasmo-. He estado atrapada en ese libro durante mucho tiempo. Gracias por liberarme. Lola no podía creer lo que estaba viendo.
Una hada real frente a ella. - ¿Eres real? -preguntó Lola emocionada. - ¡Claro que sí! Y estoy aquí para hacer reír a todos los habitantes de Villa Risueña -respondió Chispa con una sonrisa-. Pero necesito tu ayuda para lograrlo.
Lola aceptó encantada ayudar a Chispa en su misión de llevar alegría al pueblo. Juntas recorrieron las calles haciendo travesuras graciosas y organizando espectáculos cómicos para los vecinos.
Pero un día, mientras intentaban hacer reír al señor González, el hombre más serio del pueblo, algo salió mal. En lugar de reírse, el señor González se enfadó aún más y amenazó con llamar a la policía si seguían molestando.
Lola se sintió muy triste por haber fallado en su intento de hacer reír al señor González. Chispa la consoló y le dijo:- No te preocupes, Lola. A veces las cosas no salen como esperamos, pero eso no significa que debamos rendirnos. Vamos a encontrar una forma de hacerlo reír.
Lola y Chispa se pusieron a pensar en cómo podrían hacer reír al señor González. Decidieron organizar un concurso de chistes en el parque del pueblo y así demostrarle que también podía disfrutar de la risa.
El día del concurso llegó y todos los habitantes de Villa Risueña se reunieron para participar. Uno por uno, fueron contando sus chistes más divertidos hasta que le tocó el turno al señor González.
- ¿Qué hace una abeja en el gimnasio? ¡Zum-ba! Todos estallaron en carcajadas, incluido el señor González. Era la primera vez que se le veía sonreír tanto. Desde ese día, Villa Risueña se convirtió en un lugar lleno de risas gracias a Lola y Chispa.
Juntos siguieron organizando actividades cómicas para alegrar a todos los vecinos. Y así fue como Lola descubrió que la risa era una poderosa herramienta capaz de cambiar cualquier situación triste o enfadada por momentos llenos de felicidad y diversión.
Desde entonces, cada vez que alguien necesitaba una dosis extra de alegría, solo tenía que buscar a Lola y Chispa para recibir un poco del mágico poder de la risa. Y vivieron felices riendo juntas para siempre.
FIN.