El concurso desbordante de fracciones
Había una vez un grupo de fracciones propias que vivían en un tranquilo pueblo matemático. Estas fracciones eran muy amigables y siempre se ayudaban entre sí.
Pero tenían un pequeño problema: les encantaba comer, ¡y comían mucho! Un día, las fracciones propias tuvieron una gran idea. Decidieron organizar un concurso para ver quién podía comer más comida deliciosa y convertirse en la fracción propia más grande del pueblo.
La noticia se corrió rápidamente y todos los habitantes estaban emocionados por el evento. El día del concurso llegó y todas las fracciones propias se reunieron en el centro del pueblo. Había pizzas, helados, pasteles e incluso hamburguesas gigantes esperándolas. El aroma era irresistible.
Las fracciones comenzaron a comer frenéticamente, tratando de superarse unas a otras. "-Vamos, yo puedo comer más que tú", exclamó la fracción 1/2 mientras devoraba una pizza entera. Pero a medida que pasaba el tiempo, algo extraño comenzó a suceder.
Las fracciones propias empezaron a crecer sin control hasta convertirse en números enteros. "-¿Qué está pasando?", preguntó asustada la fracción 3/4 mientras veía cómo sus amigos aumentaban de tamaño.
La alarma se extendió por todo el pueblo y todos trataron de encontrar una solución al problema repentino de las fracciones propias convertidas en números enteros. Finalmente, llegó al rescate una pequeña niña llamada Matilde quien era muy astuta con los números.
Ella pensó detenidamente y recordó lo que había aprendido sobre las operaciones matemáticas. Matilde se acercó a las fracciones y les explicó: "-Chicos, ustedes son fracciones propias, lo que significa que el numerador es menor que el denominador.
Pero al comer tanto, se han vuelto números enteros porque el numerador ahora es igual o mayor que el denominador. "Las fracciones propias se sintieron tristes y arrepentidas por su imprudencia. "-Lo siento mucho", dijo la fracción 2/3 con lágrimas en los ojos.
"-No nos dimos cuenta de las consecuencias de nuestro comportamiento glotón. "Matilde sonrió comprensivamente y les dio un consejo: "-No importa cuánto coman, siempre serán fracciones propias en su corazón. Aprendamos a disfrutar de la comida sin excedernos.
"Las fracciones propias asintieron con gratitud y prometieron no volver a comer en exceso. Todos en el pueblo celebraron su regreso a la normalidad y aprendieron una valiosa lección sobre la moderación.
Desde ese día en adelante, las fracciones propias vivieron felices y equilibradas, sabiendo que podían disfrutar de la comida sin convertirse en números enteros. Y así termina nuestra historia, recordándonos que debemos tener cuidado con nuestras acciones para no perder nuestra esencia.
FIN.