El concurso multiplicador



Había una vez en la vereda Vigilancia, un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos, donde vivían muchos niños llenos de energía y ganas de aprender.

Entre ellos se encontraba la Profe Mailen, una maestra muy especial que siempre estaba preocupada por el aprendizaje de sus alumnos. Un día, mientras caminaba por las calles del pueblo, la Profe Mailen escuchó a los niños jugando en el parque.

Se acercó curiosa para ver qué estaban haciendo y descubrió que estaban tratando de resolver problemas matemáticos entre risas y diversión. - ¡Hola chicos! ¿Qué están haciendo? -preguntó la Profe Mailen con entusiasmo.

- ¡Hola profe! Estamos intentando resolver problemas matemáticos, pero nos cuesta mucho recordar las tablas de multiplicar -dijo Tomás, uno de los niños más inquietos del grupo. La Profe Mailen sonrió y pensó en cómo podía ayudar a esos pequeños a aprender las tablas de multiplicar sin aburrirse. Entonces tuvo una idea brillante.

- Chicos, ¿qué les parece si organizamos un concurso para aprender las tablas? Será divertido y podrán practicar al mismo tiempo -propuso emocionada. Los ojos de los niños se iluminaron al instante ante aquella propuesta tan interesante.

Aceptaron encantados e invitaron a todos sus amigos del pueblo a participar en el gran concurso. El día del evento llegó y todo el pueblo se reunió en el patio de la escuela.

La Profe Mailen había preparado diferentes pruebas donde debían aplicar las tablas de multiplicar para resolver problemas. Había juegos de memoria, carreras matemáticas y hasta un concurso de canto donde debían improvisar canciones utilizando las tablas. - ¡Atención, atención! -gritó la Profe Mailen desde el escenario-.

Comenzaremos con la primera prueba: juego de memoria. Deben emparejar cada operación matemática con su resultado correcto en el menor tiempo posible. Los niños se concentraron y comenzaron a voltear las tarjetas del juego.

Todos estaban emocionados y deseaban ganar el primer lugar. A medida que avanzaban las pruebas, los niños se dieron cuenta de que estaban aprendiendo sin darse cuenta. Las tablas de multiplicar ya no eran difíciles ni aburridas, sino una herramienta útil para resolver problemas y retos divertidos.

Finalmente, llegó el momento más esperado: la entrega de premios. La Profe Mailen felicitó a todos por su esfuerzo y dedicación durante el concurso. - Y ahora, quiero anunciar al ganador del gran concurso para aprender las tablas...

¡Tomás! -exclamó la Profe Mailen mientras entregaba una medalla al niño más inquieto del grupo.

Tomás estaba sorprendido y feliz al recibir su premio, pero lo más importante era que había logrado aprender todas las tablas de multiplicar gracias a la ayuda y creatividad de su querida maestra. Desde aquel día, los niños en la vereda Vigilancia descubrieron que aprender puede ser divertido si se encuentra la manera adecuada.

A partir de ese momento, nunca dejaron de utilizar las tablas de multiplicar en sus juegos y actividades diarias.

Y así fue como la Profe Mailen logró enseñar las tablas de multiplicar a los niños de la vereda Vigilancia, demostrando que con amor, creatividad y diversión, cualquier aprendizaje puede convertirse en una aventura emocionante.

FIN.

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