El concurso navideño de Joaquín


Había una vez, en la escuela Thomas Jefferson, un grupo de niños y niñas muy emocionados por la llegada de la Navidad y las tan ansiadas vacaciones.

El tercer grado A estaba lleno de alegría y emoción, pero también estaban impacientes por terminar las clases. La maestra del tercer grado A, la señorita Laura, notó que los niños estaban distraídos y no podían concentrarse en sus tareas. Decidió reunirlos para hablar sobre su actitud.

"Buenos días, chicos", saludó la señorita Laura con una sonrisa. "He notado que están ansiosos por las vacaciones de Navidad.

¿Qué les parece si hacemos algo especial para mantenernos motivados hasta el último día?"Los ojos de los niños se iluminaron al escuchar esas palabras. Todos querían saber qué tenía planeado su maestra. "Pensé en organizar un concurso navideño", continuó la señorita Laura. "Cada uno puede crear una manualidad navideña única y original.

Al final del año escolar, haremos una exposición en el aula y votaremos cuál es el mejor. "Los niños estuvieron encantados con la idea y comenzaron a planear sus proyectos creativos.

Cada tarde después de clases, se reunían en casa de alguno para trabajar juntos en sus manualidades. Carolina decidió hacer un árbol de Navidad hecho completamente con materiales reciclados: botellas plásticas pintadas de verde brillante y adornadas con luces parpadeantes hechas con bombillas viejas.

Joaquín pensó en hacer un muñeco de nieve gigante utilizando bolas de algodón, botones y ramas secas del jardín. Quería que fuera tan grande que llegara hasta el techo.

Sofía tenía una idea brillante: un portal de Belén hecho con cajas de cartón, papel de colores y figuritas hechas a mano. Quería que todos se sintieran transportados a la época en la que nació Jesús. Los días pasaban y los niños trabajaban arduamente en sus proyectos.

La emoción por el concurso los ayudaba a mantenerse enfocados en las tareas escolares también. Finalmente, llegó el día de la exposición navideña. El aula estaba decorada con luces parpadeantes, guirnaldas y un ambiente festivo. Cada niño colocó su manualidad en una mesa, mientras los demás admiraban sus creaciones.

La señorita Laura les explicó cómo sería la votación y todos estuvieron ansiosos por saber cuál sería el resultado. Después de contar los votos cuidadosamente, anunció al ganador.

"¡El primer lugar es para Joaquín y su muñeco de nieve gigante!", exclamó la maestra emocionada. Joaquín no podía creerlo. Estaba lleno de alegría y orgullo mientras recibía aplausos y felicitaciones de sus compañeros. "Gracias a todos", dijo Joaquín tímidamente.

"Pero quiero compartir este premio con mis amigos porque sin ellos no habría sido posible". Los niños lo rodearon emocionados, aplaudiendo su generoso gesto.

Esa tarde, mientras disfrutaban del merecido festejo navideño, los niños del tercer grado A se dieron cuenta de que el verdadero regalo de la Navidad no era solo ganar un concurso, sino la amistad y el trabajo en equipo. Aprendieron que cuando trabajan juntos y se apoyan mutuamente, pueden lograr grandes cosas.

La Navidad llegó, pero la lección quedó grabada en sus corazones para siempre. Desde aquel día, cada vez que sentían impaciencia por las vacaciones o cualquier otra cosa, recordaban lo valioso que es trabajar en equipo y disfrutar de cada momento compartido.

Y así, con una sonrisa en sus rostros y el espíritu navideño en sus corazones, los niños del tercer grado A continuaron su camino hacia nuevas aventuras llenas de aprendizaje y amistad.

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