El Conejito Astuto y la Granjera Ingeniosa
Había una vez en una tranquila granja en el campo, un conejito muy astuto al que le encantaba robar las codiciadas coles y zanahorias de la huerta de la granjera Martina.
El conejito, travieso como era, se deslizaba sigilosamente de noche y hacía de las suyas, dejando a la granjera cada vez más frustrada. Una noche, mientras el conejito se estaba preparando para otro robo, la granjera Martina lo descubrió.
Con voz firme, lo reprendió y le advirtió seriamente que si continuaba robando, tomaría medidas drásticas. El conejito, asustado pero muy decidido a satisfacer su apetito, decidió desafiar a la granjera una vez más.
Al día siguiente, cuando el conejito se acercaba a la huerta, notó algo extraño en la entrada: un muñeco de cera con aspecto de granjera. Sorprendido, el conejito se detuvo y observó con recelo. - ¿Quién eres tú? - preguntó el conejito. - Soy la nueva y enfurecida granjera Martina 2.0,
el último modelo diseñado para atrapar a conejitos traviesos como tú - respondió el muñeco con una voz rígida y amenazante. El conejito, desconcertado, no sabía si creerle o no.
Pero su deseo de saborear las deliciosas coles y zanahorias lo llevó a tentar la suerte. Desafiante, el conejito se acercó lentamente al muñeco y de repente, con un giro astuto, lo empujó y lo hizo caer. El muñeco se rompió en pedazos, revelando que era solo una farsa.
El conejito, triunfante, comenzó a zamparse las suculentas hortalizas. Mientras tanto, la verdadera granjera Martina lo observaba desde lejos, con una sonrisa en el rostro. Había planeado todo para enseñarle una lección al conejito.
Decidió acercarse al conejito, quien había comido tanto que ya no podía huir. Con tono amable, la granjera le dijo: - Querido conejito, entiendo que te encantan las coles y las zanahorias de mi huerta, pero es importante respetar el trabajo de los demás.
Te propongo un trato: si dejas de robar, te daré tus propias hortalizas para que las cultives y cuides. El conejito, conmovido por la comprensión y generosidad de la granjera, aceptó encantado.
A partir de ese día, el conejito se convirtió en un granjero en miniatura, cuidando con esmero sus propias coles y zanahorias. Y la granjera Martina, feliz de haber enseñado una valiosa lección, lo ayudó y lo guió en su nueva aventura agrícola.
Juntos, el astuto conejito y la ingeniosa granjera vivieron en armonía, compartiendo las deliciosas hortalizas que cultivaban juntos.
FIN.