El Conejito Azul de Pascua
Había una vez, en una pradera muy colorida y llena de flores, vivían tres hermanitos conejos: Pom, Pum y Azul. Pom era el conejito más aventurero, le encantaba explorar cada rincón de la pradera.
Pum era muy travieso y siempre estaba metido en problemas. Y luego estaba Azul, un conejito especial, con gustos diferentes a sus hermanos.
Un día soleado, los padres de los conejitos anunciaron emocionados: "¡Hijitos! Este año vamos a elegir al nuevo Conejito de Pascua que se encargará de repartir los huevitos por toda la pradera". Los tres hermanos se miraron sorprendidos, nunca habían imaginado que alguno de ellos pudiera ser elegido para ese importante trabajo.
Pom y Pum saltaban de emoción pensando que uno de ellos sería el elegido. Pero para sorpresa de todos, los padres anunciaron: "El nuevo Conejito de Pascua será... ¡Azul!". Los ojos de Pom y Pum se abrieron como platos, no podían creerlo.
Azul se quedó quieto por un momento, procesando la noticia. "¿Yo? ¿De verdad?", preguntó Azul con timidez. "¡Sí, querido Azul! Creemos que tú harás un trabajo maravilloso", dijo mamá coneja con una sonrisa amorosa. Los hermanos estaban desconcertados.
Azul era diferente a ellos. Le costaba comunicarse como lo hacían Pom y Pum; prefería estar ordenando piedritas por colores en lugar de correr y saltar sin parar.
Pero aun así, todos sabían que tenía un corazón bondadoso y una sensibilidad especial hacia los demás animales del bosque. A partir de ese día, Azul comenzó su entrenamiento para ser el nuevo Conejito de Pascua. A pesar de las dudas iniciales, sus hermanos decidieron apoyarlo en todo momento.
Pom lo ayudaba a planificar las rutas más eficientes para entregar los huevitos; Pum le enseñaba trucos divertidos para alegrar a los animalitos del bosque. Con esfuerzo y dedicación, Azul fue ganando confianza en sí mismo.
Aprendió a superar sus miedos y a potenciar sus habilidades únicas. Descubrió que su forma especial de ver el mundo era precisamente lo que lo hacía perfecto para este importante rol.
Llegó finalmente el Domingo de Pascua y todos los animales del bosque esperaban ansiosos la llegada del nuevo Conejito pascuero. Cuando vieron a Azul llegar con su cestita llena de huevitos pintados con mucho amor, estallaron en aplausos y alegría.
"¡Feliz Pascua!", exclamó Azul con una gran sonrisa mientras repartía los regalitos entre los presentes. Los animales se acercaban emocionados a recibir sus obsequios mientras admiraban la valentía y ternura del pequeño conejo azul.
Desde ese día, Azul siguió siendo el Conejito pascuero favorito de todos en la pradera. Demostró que no importa si eres diferente o si tienes habilidades especiales; lo importante es creer en ti mismo y compartir tu luz con quienes te rodean.
Y así concluye nuestra historia sobre cómo un conejito neurodivergente llamado Azul se convirtió en el mejor Conejito de Pascua que la pradera hubiera tenido jamás. Porque al final del día, lo único que realmente importa es tener un corazón lleno de amor y bondad para regalar al mundo entero.
FIN.