El conejito contador



Había una vez un conejito llamado Rabo que vivía en un hermoso bosque lleno de amigos. Rabo era muy amistoso y siempre tenía una gran sonrisa en su cara. Lo que más le gustaba en el mundo era contar hasta el 5. Rabo se dio cuenta de que muchos de sus amigos, como la tortuga Tula, el pájaro Pipo y el ratón Mico, no sabían contar.

Un día, mientras salía a buscar zanahorias, Rabo vio a sus amigos reunidos.

"¡Hola, amigos!" - saludó Rabo saltando lleno de energía.

"¡Hola, Rabo!" - respondieron todos.

"¿Quieren aprender a contar?" - preguntó entusiasmado.

"Contar, ¿qué es eso?" - inquirió la tortuga Tula, mirando confundida.

Rabo sonrió. "Contar es decir los números, ¡es muy divertido! Vamos a aprender juntos."

Los amigos se acomodaron en círculo y Rabo empezó a enseñarles.

"Primero, hay que empezar con el número uno. Todos digan: uno."

"¡Uno!" - repitieron al unísono, riendo.

"Genial, ahora el dos. Digan: dos."

"¡Dos!" - volvieron a gritar los animalitos.

Rabo continuó: "Ahora el tres, ¡vamos que pueden!"

"¡Tres!" - exclamaron todos.

"¿Que tal si saltamos con cada número?" - sugirió Rabo emocionado.

"¡SÍ!" - gritaron los animales.

Saltando en su lugar, Rabo los llevó por el cuatro y cinco.

"¡Uno, dos, tres, cuatro, cinco! ¡Son unos genios!" - decía mientras saltaba.

Pasaron la tarde disfrutando de su nueva habilidad. Rabo se sintió muy feliz de ver a sus amigos aprender. Pero de pronto, se asustó cuando notó que ya era tarde y que la niebla comenzaba a cubrir el bosque.

"Oh no, ¡debemos volver a casa!" - dijo Rabo.

"Pero está oscuro, Rabo. No sabemos el camino," - dijo la tortuga Tula con un poco de miedo.

Rabo pensó por un momento y una idea brilló en su cabeza.

"¡Tengo un plan! Vamos a contar mientras caminamos y así no nos perderemos. Cada vez que digamos un número, miramos a nuestro alrededor. ¡Así encontraremos el camino a casa!"

Todos estuvieron de acuerdo y empezaron a contar.

"Uno, miramos a la derecha. ¡Todo claro!"

"Dos, miramos a la izquierda. ¡También despejado!"

"Tres, seguimos adelante. ¡Cuidado con la piedra!"

"Cuatro, seguimos y mantenemos la calma. ¡Rabo, gracias por enseñarnos!"

"Cinco, ¡hemos llegado a casa!" - exclamó Mico.

Cuando llegaron sanos y salvos a casa, todos estaban muy contentos.

"¡Lo logramos!" - celebraron los amigos.

"Todo gracias a que contamos juntos," - dijo Tula, aún atónita.

Desde aquel día, Rabo no solo se convirtió en el mejor contador de números, sino también en el héroe de sus amigos. Juntos, aprendieron que contar no era solo un juego, sino que les ayudaba a estar más unidos y seguros.

Rabo siguió enseñando a otros animalitos del bosque, llenando el lugar de risas y números. Todos los días, se reunían a contar, a aprender y, sobre todo, a divertirse juntos.

FIN.

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