El conejito del bosque
Había una vez una niña llamada Federica, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de un hermoso bosque. Federica siempre estaba llena de energía y curiosidad, y le encantaba explorar cada rincón del bosque con sus amigos.
Un día soleado, Federica decidió invitar a su amigo Luciano y a su amiga Alaya a adentrarse aún más en el bosque. Los tres se encontraron en la entrada del pueblo y comenzaron su aventura juntos.
Mientras caminaban por el espeso bosque, escucharon un chillido proveniente de una cueva oculta entre los árboles. Curiosos como eran, decidieron acercarse para ver qué había dentro. Con mucho cuidado, se acercaron sigilosamente a la cueva.
Allí encontraron a un conejito asustado que parecía haberse perdido. El conejo tenía miedo y no sabía cómo salir de la cueva. Federica se agachó frente al conejito y le habló en voz baja: "No te preocupes, pequeño conejo. Estamos aquí para ayudarte".
Luciano y Alaya también se acercaron al conejito para tranquilizarlo. "¿Cómo podemos ayudarlo?", preguntó Alaya con ternura. "Podemos buscar algo para hacer una cuerda e intentar sacarlo de la cueva", sugirió Luciano. "¡Buena idea!", exclamó Federica emocionada.
Los tres amigos comenzaron a buscar ramas largas y flexibles para hacer una cuerda improvisada. Después de algunos intentos fallidos, finalmente lograron crear una cuerda lo suficientemente larga como para alcanzar al conejito.
Con mucho cuidado, Federica extendió la cuerda hacia el conejo y le pidió que se aferrara a ella. El conejito, confiando en los niños, agarró la cuerda con sus pequeñas patitas y comenzó a subir lentamente hacia la salida de la cueva.
Fue un esfuerzo conjunto entre Federica, Luciano y Alaya. Mientras Federica sostenía firmemente la cuerda desde arriba, Luciano y Alaya ayudaron al conejito a subir trepando por las rocas de la cueva. Finalmente, el conejito salió de la cueva sano y salvo.
Saltaba de alegría mientras miraba a los tres amigos con gratitud en sus ojos brillantes. "¡Lo logramos!", exclamó Federica emocionada. "¡Sí! ¡Somos un gran equipo!", agregó Luciano orgulloso. "El mundo es mejor cuando trabajamos juntos", dijo Alaya sonriendo.
Desde ese día, Federica, Luciano y Alaya se convirtieron en inseparables amigos del bosque. Aprendieron que trabajar juntos podía lograr cosas maravillosas y que siempre debían estar dispuestos a ayudar a aquellos que lo necesitaban.
El bosque se convirtió en su patio de juegos favorito, donde compartían aventuras emocionantes y descubrían nuevos tesoros naturales cada vez que salían a explorar.
Y cada vez que veían un conejito saltando felizmente por el bosque, recordaban cómo su amistad había hecho una diferencia en la vida del pequeño animalito perdido.
FIN.