El Conejito, el Búho y el Zorro



Una fresca mañana en el bosque, un conejo llamado Rabo estaba emocionado porque se dirigía a una gran fiesta de primavera que se celebraría en el claro más hermoso del lugar. Con su pelaje brillante y sus orejas largas, Rabo saltaba feliz. En su camino, se encontró con un búho sabio llamado Don Silvino.

"- ¿A dónde vas, pequeño Rabo?" preguntó Don Silvino con su voz grave y suave.

"- ¡Voy a la fiesta del claro! Todos mis amigos estarán allí!" respondió Rabo, saltando de alegría.

"- Ten cuidado, Rabo. Es tarde, y el bosque puede ser peligroso. Siempre sigue el camino seguro " le aconsejó el búho.

Sin embargo, Rabo, lleno de emoción, apenas escuchó el consejo. "- ¡Claro, Don Silvino! Pero no voy a perderme la fiesta". Con una sonrisa, siguió su camino.

Más adelante, Rabo se encontró con un astuto zorro llamado Zorrito. "- Hola, Rabo. ¡Hacia donde vas tan apurado?" le preguntó el zorro, con una mirada juguetona.

"- ¡Voy a la fiesta del claro!" respondió Rabo.

"- Escucha, amigo, es mejor que tomes el camino por la derecha. El camino por la izquierda está lleno de peligros y no querrás cruzarte con el lobo del bosque. " sugirió Zorrito, guiñando un ojo.

Rabo, emocionado pero un poco confundido, pensó en el consejo del búho. Sin embargo, el deseo de llegar a la fiesta era más fuerte. "- Bueno, gracias Zorrito, pero seguiré por aquí. " Así que decidió desobedecer al búho y al zorro, y siguió su camino.

Mientras saltaba alegremente, Rabo se dio cuenta de que el camino se volvía más oscuro y tenebroso. ¡No podía girar atrás! De repente, oyó el ruido de hojas secas y se congeló. Al dar la vuelta, vio al lobo del bosque al acecho.

"- Hola, conejito. ¿A dónde vas tan apurado?" preguntó el lobo con una sonrisa siniestra.

"- ¡Uh, yo... estaba...!" tartamudeó Rabo, sintiendo un frío escalofrío recorrer su espina dorsal.

En ese momento, Rabo recordó las palabras del búho. No había prestado atención a su consejo y ahora estaba en problemas. "- Lo siento, Lobo, sólo voy de paso " dijo, tratando de parecer valiente.

"- Creo que deberías quedarte un ratito " dijo el lobo, acercándose. Rabo, temblando, comenzó a retroceder.

Por suerte, en el último momento, Don Silvino, el búho, apareció volando. "- ¡Alto ahí, lobo!" gritó el búho con su voz firme.

"- Oh, tú " se quejó el lobo, alejándose. "- ¿Qué quieres, viejo?"

"- Este pequeño conejito estaba a punto de aprender una lección importante " dijo Don Silvino. Se volvió hacia Rabo. "- Siempre escucha los consejos sabios, incluso cuando estás emocionado. "

"- Tienes razón, Don Silvino " admitió Rabo, con lágrimas en los ojos. "- Debería haber prestado más atención. "

"- No te preocupes, pequeño amigo. Todos cometemos errores. Lo importante es que ahora lo sabes. Siempre será mejor seguir el camino seguro " dijo el búho con ternura.

El lobo, sintiendo que no tenía poder sobre el pequeño conejito, se dio la vuelta y se fue. Rabo se sintió aliviado y agradecido con Don Silvino. "- Gracias, Don Silvino. Aprendí la lección. Nunca más desobedeceré tus consejos. "

"- Muy bien, Rabo. Ahora tomemos el camino seguro juntos. Y, si todavía quieres, llegaremos a la fiesta a tiempo. "

Juntos caminaron por la senda iluminada, donde Rabo pudo disfrutar de la fiesta rodeado de sus amigos. Agradeció a Don Silvino por su ayuda y prometió que siempre escucharía a los sabios. Y así, Rabo no solo llegó a la fiesta, sino que también aprendió a valorar los buenos consejos y a la importancia de la precaución.

Desde aquel día, Rabo y Don Silvino se volvieron grandes amigos, y el pequeño conejito siempre compartía con sus amigos la lección que había aprendido: - En la vida, siempre hay que valorar las advertencias de quienes saben más. -

FIN.

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