El conejito feliz



Había una vez un hermoso bosque lleno de árboles altos y frondosos. En ese bosque vivían muchos animales felices que se divertían jugando entre las ramas y saltando por los claros del bosque.

Uno de los árboles más grandes y antiguos del lugar era el Árbol Sabio. Tenía cientos de años y era conocido por su sabiduría y generosidad.

Todos los animales acudían a él en busca de consejo, ya que siempre tenía palabras de aliento para cada uno. Un día, llegó al bosque un pequeño conejito llamado Saltarín. Era muy tímido y sentía tristeza en su corazón porque se sentía diferente a los demás animales.

Veía cómo todos saltaban alto y rápido, mientras él apenas podía dar pequeños brincos. Saltarín decidió ir a ver al Árbol Sabio para contarle sus preocupaciones. Al llegar, el árbol le dio la bienvenida con una sonrisa amable.

"Árbol Sabio, estoy triste porque no puedo saltar tan alto como mis amigos", dijo Saltarín con voz entrecortada por la tristeza. El Árbol Sabio lo miró con ternura y le respondió: "Querido Saltarín, cada animal tiene habilidades diferentes. Tú eres especial tal como eres.

No importa si no puedes saltar tan alto como tus amigos, tienes otras cualidades maravillosas". Saltarín se sintió un poco mejor después de escuchar las palabras del Árbol Sabio, pero aún seguía sintiéndose triste en su interior.

Un día, mientras caminaba por el bosque, Saltarín encontró a una pequeña ardilla llamada Travesura. Ella también se sentía triste porque no podía trepar tan rápido como sus hermanas.

Saltarín le contó sobre su visita al Árbol Sabio y cómo le había ayudado a sentirse un poco mejor. Juntos, decidieron ir a ver al árbol para pedirle consejo. "Árbol Sabio, esta es mi amiga Travesura y ella también se siente triste porque no puede trepar tan rápido como las demás ardillas", dijo Saltarín.

El Árbol Sabio sonrió y les dijo: "Queridos Saltarín y Travesura, cada uno de ustedes es único y especial. No importa si no pueden hacer las mismas cosas que los demás animales, tienen talentos únicos que los hacen especiales".

Saltarín y Travesura se miraron el uno al otro con alegría en sus ojos. A partir de ese día, decidieron aceptarse tal como eran y encontrar la felicidad en sus habilidades individuales.

Saltarín descubrió que era muy bueno escuchando a los demás animales y ayudándoles con sus problemas. Se convirtió en el consejero del bosque, brindando apoyo y alegría a todos aquellos que lo necesitaban.

Travesura descubrió que tenía un gran talento para recolectar nueces y frutas deliciosas para todos los animales del bosque. Se convirtió en la proveedora oficial de comida del lugar, llenando los corazones de todos con alegría cada vez que compartían un festín juntos.

Y así, gracias al amor propio y la aceptación, Saltarín y Travesura encontraron la verdadera alegría en sus vidas. Aprendieron que cada uno tiene un propósito especial en este mundo y que lo importante es valorarse a sí mismos y disfrutar de las cosas maravillosas que pueden hacer.

Y así, el bosque se llenó de risas y alegría gracias a la amistad entre Saltarín, Travesura y el Árbol Sabio. Juntos demostraron que no importa cuánto puedas saltar o trepar, lo más importante es ser feliz siendo tú mismo.

FIN.

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